@Jesus, con respecto al aguante de un bonzo cuando se quema, yo creo que antes de encender la cerilla se ha metido tal cantidad de drogas en su cuerpo para evitar el dolor, que tendrian para continuar drogando a los tigres de Kanchanaburi durante 3 meses seguidos.
Yo no me siento identificado con el término eco-pijo así que por mí podéis seguir utilizándolo todo lo que querais.
Saaby, personalmente estoy de acuerdo con la parte a la que te refieres en tu mensajes, pero hay más partes que esa a la que te refieres, que son, además, las auténticas. De todas formas, esos cursos donde se hace de todo menos meditar y que cuestan un pastón, si a la persona que los hace le viene bien... pues bienvenido sea. Pero vaya, que meditar no cuesta, o no debería costar dinero.
Bueno, copio y pego algunos artículos que hay por ahí... Espero que algunos lean al principio donde dice que es un estudio hecho por un equipo de psiquiatras del hospital de Massachusetts y que sus resultados han sido publicados en la revista Psychiatry Research :)
No lo dice un grupo «new age», ni unos amantes de la pseudociencia o de la falsa espiritualidad, sino un equipo de psiquiatras liderado por el Hospital General de Massachusetts, que ha realizado el primer estudio que documenta cómo ejercitar la meditación puede afectar al cerebro. Según sus conclusiones, publicadas en Psychiatry Research, la práctica de un programa de meditación durante ocho semanas puede provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Es decir, que algo considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud.
«Aunque la práctica de la meditación está asociada a una sensación de tranquilidad y relajación física, los médicos han afirmado durante mucho tiempo que la meditación también proporciona beneficios cognitivos y psicológicos que persisten durante todo el día», explica la psiquiatra Sara Lazar, autora principal del estudio. «La nueva investigación demuestra que los cambios en la estructura del cerebro pueden estar detrás de esos beneficios demostrados, y que la gente no se siente mejor solo porque se han relajado», apunta.
Lazar ya había realizado estudios previos en los que había encontrado diferencias estructurales entre los cerebros de los profesionales de la meditación, con experiencia en este tipo de prácticas, y los individuos sin antecedentes, como, por ejemplo, un mayor grosor de la corteza cerebral en áreas asociadas con la atención y la integración emocional. Pero entonces la investigadora no pudo confirmar si este proceso había sido fruto de, simplemente, haber pasado unos ratos de reflexión.
Conciencia sin prejuicios
Para el estudio actual, los científicos tomaron imágenes por resonancia magnética de la estructura cerebral de 16 voluntarios dos semanas antes y después de realizar un curso de meditación de ocho semanas, un programa para reducir el estrés coordinado por la Universidad de Massachusetts. Además de las reuniones semanales, que incluían la práctica de la meditación consciente, que se centra en la conciencia sin prejuicios de sensaciones y sentimientos, los voluntarios recibieron unas grabaciones de audio para seguir con sus cavilaciones en casa.
Los participantes en el grupo de meditación pasaron 27 minutos cada día practicando estos ejercicios. Sus respuestas a un cuestionario médico señalaban mejoras significativas en comparación con las respuestas antes del curso. El análisis de las imágenes por resonancia magnética encontró un incremento de la densidad de materia gris en el hipocampo, una zona del cerebro importante para el aprendizaje y la memoria, y en estructuras asociadas a la autoconciencia, la compasión y la introspección. Además, se descubrió una disminución de la materia gris en la amígdala cerebral, un conjunto de núcleos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales, lo que está relacionado con una disminución el estrés. Ninguno de estos cambios fueron observados en el grupo de control formado por otros voluntarios, lo que demuestra que no fueron resultado solo del paso del tiempo.
«Es fascinante ver la plasticidad del cerebro y cómo, mediante la práctica de la meditación, podemos jugar un papel activo en el cambio del cerebro y puede aumentar nuestro bienestar y calidad de vida», dice Britta Hölzel, autora principal del estudio. El hallazgo abre las puertas a nuevas terapias para pacientes que sufren problemas graves de estrés, como los que soportan un agudo estrés post-traumático tras una mala experiencia.
Esto también lo dice una psicóloga... (no sé si algunos lo consideraréis ciencia... )
“La medicina contra el estrés se llama meditación”
Hablamos con la psicóloga, escritora y divulgadora Alejandra Vallejo-Nágera.
Natalia Martín Cantero
28 de noviembre de 2011
Alejandra Vallejo Nájera
“Buena parte de las dolencias que padecemos tienen una causa emocional y de descontrol de pensamiento”, señala Vallejo-Nágera. Esta es la premisa de la que parten las técnicas de reducción del estrés basadas en la atención plena (o “mindfulness”, en inglés) desarrolladas en la Universidad de Massachusetts (EEUU) hace más de un treinta años.
Cuando una persona tiene estrés, señala Vallejo-Nágera, lo primero que sufre es la calidad de su sueño y, en segundo lugar, el aparato digestivo. Para los pacientes que la psicóloga trata en el Centro Médico de Enfermedades Digestivas, en Madrid, “la medicina tradicional no ofrecía soluciones”, señala. La alternativa es este programa en el que a lo largo de cinco semanas los pacientes aprenden técnicas que, según explica, “les servirán para toda la vida”.
¿Cómo, exactamente? Incorporamos a la medicina tradicional occidental conceptos o hábitos que se vienen manejando desde hace siglos en la medicina oriental. El cuerpo es la voz de un sistema emocional que no puede expresarse más que a través de la mente. Como mente y cuerpo pertenecen a misma persona, el beneficio de una repercute en beneficio de otra. Y viceversa. El estrés se auto induce. Sus hermanas mayores son la ansiedad y la angustia. El cerebro se va programando con amenazas externas que no suelen ser tan amenazadoras en la realidad. Por eso hay que enseñar a las personas a “desprogramarse”. No se trata de evadirte, al contrario. Se trata de hacer lo mismo que todos los días, tus actividades cotidianas, pero con la conciencia lúcida, con el sistema nervioso tranquilo. Plenamente atento y presente.
¿Qué es lo que aprenden estas personas? La primera técnica es respirar. Cuando decimos a los pacientes que les vamos a enseñar a respirar se frustran, porque están esperando algo extraordinario. Pero cuando la persona está nerviosa respira mal. Respira sólo con la zona clavicular, con lo cual el cerebro se oxigena peor y se entumece. En segundo lugar, les enseñamos a meditar. No hay nada aquí religioso ni evasivo. Es un ejercicio intelectual poderosísimo. Cuando la persona está estresada, el cerebro se queda entumecido, y el problema lo absorbe todo. Pero después de seguir el curso y aprender a meditar todos los días, el cerebro sigue contemplando el problema, pero también las soluciones. Lo prueban, por ejemplo, los experimentos de Herbert Benson (de la Universidad de Harvard) sobre los efectos de la meditación en el cerebro.
Para eso no hacen falta psicólogos... Las técnicas de la atención plena se acompañan, en el contexto terapéutico, de terapia cognitivo-conductual: orientas a las personas para que descubran cómo las emociones modifican el pensamiento y este, a su vez, modifica la acción. El programa de reducción de estrés consiste en saber qué hacer para pisar el freno, y encontrar ese espacio necesario entre emoción, pensamiento y acción.
Antes de actuar, frena. ¿Quién necesita frenar? En el contexto de este programa, personas con trastornos digestivos y neurológicos, fibromialgias, dolores de cabeza, alteraciones del sueño por estrés… El alumno pone en práctica en casa todo lo que aprende en clase. La recompensa es una mejoría en su salud y, en el caso de los enfermos con problemas digestivos, capacidad para alimentarse y disfrutar de la comida, en lugar de engullir o utilizar la comida para “anestesiarte”. Todos ellos aprenden a disfrutar las rutinas diarias. La ducha de la mañana, por ejemplo, es un momento placentero, pero la persona estresada no lo disfruta; está pensando en el futuro. La meditación ayuda a disfrutar del momento presente.
¿Qué piensa de esto la comunidad médica? En EEUU estas técnicas llevan muchos años poniéndose en práctica. Pero España no es, precisamente, un país pionero en este sentido. La comunidad médica va estando cada vez más preparada porque la unión de cuerpo y mente es real, y los médicos son cada vez más conscientes. Algo importante es que no se ha producido ni un solo caso en el que esta metodología cause daños. Si no se practica, no se producen beneficios, eso es todo. En el curso de verano organizado por la Universidad Autónoma de Madrid [donde Vallejo-Nágera impartía un curso de estrés y deterioro cognitivo] con científicos de otras universidades, todos coincidíamos en esto: la medicina contra el estrés se llama meditación.
Hay quien dice que no tiene tiempo para meditar. No es más que una excusa. No tiene que ver con el tiempo sino con estar presente. Su mente se proyecta en la cantidad de cosas que tiene por hacer, y no está disfrutando de lo que está tiene entre manos en este momento.
Y hay quien desconfía de la palabra meditación. Los españoles tienen la idea de que meditar es evadirse, o es cosa de vagos o de hippies. Pero esa creencia no es real, es puro desconocimiento. Se trata de tomar conciencia de en qué y cómo llevas a cabo tu rutina diaria. De prestar atención absoluta al cuerpo y a la mente.
* Natalia Martín Cantero es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella, escribe a [email protected]
La meditación es una de las técnicas de relajación más difundida y recomendada para enfrentar el extenuante ritmo de vida en este mundo moderno en constante cambio. Hasta no hace mucho tiempo, se vino difundiendo de la mano de los cultos orientales. Ahora que la ciencia ya ha develado algunos de sus secretos, también pasa a ser aliada de las prácticas de psicólogos y médicos.
Los adeptos que la practican pregonan que es un plan de evolución interior que conduce a la calma interior –una sensación de bienestar pleno que se contagia a los otros y nos ayuda a tener mejores relaciones sociales-, al tiempo que estimula el desarrollo de las facetas más sutiles del ser humano, aquéllas que están en contacto con el alma.
Durante años, se viene escuchando que el hábito diario de la práctica de meditación mejora la salud en los aspectos físico, psicológico, mental y espiritual. Hoy se sabe que lo logra a través de diversos mecanismos como la reducción de la ansiedad provocada por el estrés, el fortalecimiento del sistema inmunológico, el aumento del rendimiento intelectual y el alcance de un estado de conciencia más alerta, sereno y pleno.
De acuerdo con lo que relatan los instructores, los efectos benéficos de la meditación son fácilmente comprobables a través de la propia experiencia, al punto tal que los médicos y psicólogos que la conocen, no dudan en recomendarla, no sólo como técnica complementaria preventiva, sino también curativa y paliativa.
Investigaciones tradicionales
El advenimiento de la resonancia magnética funcional (RMF) le permitió a la ciencia tradicional observar qué pasa en el cerebro mientras medita. En un trabajo publicado en 2004 por la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences, se revelaron los resultados de un estudio realizado por los neuropsiquiatras Antoine Lutz y Richard Davidson, de la Universidad de Wisconsin, EE.UU. Vale acotar que dicho centro, a instancias del Dalai Lama, guía espiritual del Tíbet, viene trabajando con los monjes budistas más experimentados en el arte de la meditación desde 1992.
El estudio consistió en colocar una red de 256 sensores eléctricos en la cabeza de ocho de los monjes más duchos en la práctica y monitorear una sesión habitual de meditación. En todos los casos, se verificó una hiperactividad neuronal cerebral que brindaba testimonio de una hiper-oxigenación. Además, en aquéllos que habían meditado al menos unas 10 mil horas, se constató una gran actividad en la corteza pre-frontal izquierda. Paralelamente, en los mapeos cerebrales de los monjes se observó, también, una altísima amplitud de sus ondas Gamma, lo que se traduce en una mejor capacidad para prestar atención y aprender.
En trabajos anteriores, Davidson ya había descubierto mayor actividad de esa zona en las personas optimistas y poco ansiosas. Contrariamente, la gente ansiosa, angustiada y deprimida, había mostrado mayor actividad en la corteza prefrontal derecha y en la amígdala cerebral.
A partir de los resultados del citado estudio, Davidson teorizó acerca de que con la práctica de la meditación podría controlarse el estado de ánimo: al fortalecerse las neuronas ubicadas en un sector, se contrarrestaría o inhibirían las emociones perturbadoras que envía el otro, desde la amígdala cerebral, ese núcleo neuronal relacionado con las emociones del miedo y la agresión.
Además, Jon Kabat Zinn, médico y biólogo molecular y director de la Clínica para la Reducción del Estrés, comprobó un paralelo aumento de los anticuerpos al tiempo que los meditadores disminuían la ansiedad. Y observó una disminución de la reactividad de la amígdala cerebral. Fue entonces cuando Kabat Zinn fundó el Centro para la Atención Plena (Mindfulness), un lugar donde la línea terapéutica incluye la meditación. Allí se ofrece “un programa intensivo y auto-dirigido para aprender el arte de vivir conscientemente”, según las propias palabras de Kabat-Zinn.
Meditación El psicólogo Martín Reynoso, representante de Mindfulness Argentina, quien dicta el programa de reducción del estrés en INECO (Instituto de Neurología Cognitiva) explica de qué se trata: “Mindfulness se traduce como un estado de atención plena. Es un tipo especial de atención modulada por la intención de comprender sin juzgar”. Y agrega que el propósito es conseguir una auto-regulación intencional de la atención momento a momento. “Si no, la mente siempre está vagando y no nos permite desenredarnos de nuestros propios pensamientos”, acota.
Según Reynoso, la respiración es un conector mente-cuerpo para alcanzar un estado de serenidad. “Y una mayor serenidad provoca un aumento de la comprensión de nuestra realidad. Asimismo, nos vuelve más curiosos y tenemos mayor apertura mental, a la par que desarrollamos la ecuanimidad, la compasión y la aceptación”, explica.
El experto sostiene que hay que ejercitarse para cambiar la percepción y el manejo de los estresores cotidianos a través de la atención. “Si se aprende a reconocer los estresores físicos (sensaciones) y los psíquicos (pensamientos, emociones), los dolores crónicos se atemperan”, asegura. Y alerta que todos los disparadores de esos síntomas están asociados a la emoción de enojo.
“Uno tiende a rechazar las emociones negativas. Mindfulness nos enseña a dejarlas fluir. Hay que aprender a aceptar, hay que comenzar a abrirnos en un espacio más amplio que no significa resignarnos”, aconseja.
Reynoso explicita que un estrés agudo es una relación entre el entorno y un sujeto, quien evalúa la situación como amenazante, desbordante de sus recursos y como algo que pone en peligro su bienestar.
“El problema no es el estresor en sí mismo, sino la forma en que lo percibimos y lo manejamos. Es ese pensamiento el que desencadena la reacción de estrés”, puntualiza. De allí, surge la necesidad de activar la respuesta de la relajación preventivamente. “Manejar la secuencia cardíaca, por ejemplo, tiene que ver con vivir más relajados”, concluye.
ESTUDIO | CEREBRO BUDISTA INCREÍBLE Declarado el hombre más feliz del planeta
Es más feliz que usted, seguro. Mucho más. Matthieu Ricard obtuvo una nota inalcanzable en un estudio sobre el cerebro realizado por la Universidad de Wisconsin (EEUU). Los especialistas en neurociencia afectiva le nombraron «el hombre más feliz de la Tierra». A sus 61 años, quien hoy es asesor personal del Dalai Lama tiene una vida digna de un guión de cine. Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, dejó su carrera por abrazar al budismo.
En lugar de una casa en la playa ha elegido una vida contemplativa en el monasterio nepalí de Shechen
Matthieu Ricard con el Dalai Lama. Es el único europeo que sabe tibetano clásico.
Por David Jiménez, FotografÍas de Neema Frederic
¿Una bonita casa en la playa? Matthieu Ricard prefiere el monasterio apartado de toda civilización donde vive, en las montañas de Nepal. ¿Una cuenta bancaria boyante? Ha entregado todo el dinero de las ventas de sus libros a la caridad. ¿Quizá un matrimonio bien avenido o una excitante vida sexual? Tampoco: a los 30 años decidió acogerse al celibato y dice cumplirlo sin descuidos. En realidad, Matthieu Ricard carece de todas las cosas que los demás perseguimos con el convencimiento de que nos harán un poco más felices. Y sin embargo, este francés de 61 años, biólogo molecular hasta que decidió dejarlo todo y seguir el camino de Buda, es más feliz que usted y yo. Mucho más feliz. El más feliz.
Científicos de la Universidad de Wisconsin llevan años estudiando el cerebro del asesor personal del Dalai Lama dentro de un proyecto en el que la cabeza de Ricard ha sido sometida a constantes resonancias magnéticas nucleares, en sesiones de hasta tres horas de duración. Su cerebro fue conectado a 256 sensores para detectar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y así con decenas de sensaciones diferentes.
Los resultados fueron comparados con los obtenidos en cientos de voluntarios cuya felicidad fue clasificada en niveles que iban del 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). Matthieu Ricard logró -0.45, desbordando los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose un título –«el hombre más feliz de la tierra»– que él mismo no termina de aceptar. ¿Está también la modestia ligada a la felicidad? El monje prefiere limitarse a resaltar que efectivamente la cantidad de «emociones positivas» que produce su cerebro está «muy lejos de los parámetros normales».
El problema de aceptar que Ricard es el hombre más contento y satisfecho del mundo es que nos deja a la mayoría en el lado equivocado de la vida. Si un monje que pasa la mayor parte de su tiempo en la contemplación y que carece de bienes materiales es capaz de alcanzar la dicha absoluta, ¿no nos estaremos equivocando quienes seguimos centrando nuestros esfuerzos en un trabajo mejor, un coche más grande o una pareja más estupenda?
Los trabajos sobre la felicidad del profesor Richard J. Davidson, del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, se basan en el descubrimiento de que la mente es un órgano en constante evolución y, por lo tanto, moldeable. «La plasticidad de la mente», en palabras del científico estadounidense, cuyo estudio es el quinto más consultado por la comunidad investigadora internacional.
Los científicos han logrado probar que la corteza cerebral izquierda concentra las sensaciones placenteras, mientras el lado derecho recoge aquellas que motivan depresión, ansiedad o miedo. «La relación entre el córtex izquierdo y el derecho del cerebro puede ser medida y la relación entre ambas sirve para representar el temperamento de una persona», asegura Ricard, que durante sus resonancias magnéticas mostró una actividad inusual en su lado izquierdo.
Los neurocientíficos americanos no creen que sea casualidad que durante los estudios llevados a cabo por Davidson los mayores registros de felicidad fueran detectados siempre en monjes budistas que practican la meditación diariamente. Ricard lo explica en la capacidad de los religiosos de explotar esa «plasticidad cerebral» para alejar los pensamientos negativos y concentrarse sólo en los positivos. La idea detrás de ese concepto es que la felicidad es algo que se puede aprender, desarrollar, entrenar, mantener en forma y, lo que es más improbable, alcanzar definitivamente y sin condiciones.
Éxtasis mental. Lograr el objetivo de la dicha no es fácil. Ricard ha escrito una decena de libros –estos días combina sus retiros espirituales con la promoción de su obra Happiness en el mundo anglosajón– y cientos de artículos tratando de mostrar el camino y, aunque la mayoría de sus obras se han convertido en éxitos editoriales, el propio autor descarta que su lectura garantice el éxito. Al igual que un logro en atletismo o en la vida laboral, el cambio sólo es posible con esfuerzo y tenacidad, pero Ricard asegura que todo habrá merecido la pena una vez se alcanza el estado de éxtasis mental que logran los elegidos. En su Defensa de la felicidad (Urano), la traducción de su último libro publicado en España, el monje explica cómo nuestra vida puede ser transformada incluso a través de variaciones mínimas en la manera en que manejamos nuestros pensamientos y «percibimos el mundo que nos rodea».
Es un viaje hacia el interior de uno mismo que Matthieu Ricard recorrió contra todo pronóstico. Nacido en París en 1946, el «monje feliz», como se le conoce en todo el mundo, creció en un ambiente ilustrado. Su padre, Jean-François Revel, fue un reconocido escritor, filósofo y miembro de la Academia Francesa que reúne a la elite intelectual del país galo. Su madre dedicó gran parte de su vida profesional a la pintura surrealista y tuvo un gran éxito antes de convertirse también ella en monja budista. Ricard vivió en su juventud los excesos propios del París de los años 60 y tras terminar sus estudios de secundaria se decidió por las ciencias. Hizo su doctorado en genética celular en el Instituto Pasteur de París y trabajó con el premio Nobel de medicina François Jacob. Parecía destinado a convertirse en uno de los grandes investigadores del campo de la biología cuando le dio a su padre el disgusto de su vida.
El estudio de textos budistas desencadenó una llamada espiritual que le llevó a dejarlo todo. Decidió que el laboratorio no era lo suyo y partió hacia el Himalaya para hacerse discípulo de Kangyur Rinpoche, un histórico maestro tibetano de la tradición Nyingma, la más ancestral escuela del budismo. Era 1972 y las próximas tres décadas de este francés de carácter suave y cultura exquisita –el único europeo que lee, habla y traduce el tibetano clásico– iban a ser dignas del mejor guión de una película.
Tras estudiar con los grandes maestros del budismo, pasar meses en retiros y recorrer los pueblos del Himalaya, conoció al Dalai Lama y en 1989 se convirtió en uno de sus principales asesores y en su traductor al francés. Su posición como mano derecha del Señor de la Compasión le ha convertido en la figura budista occidental más influyente del mundo y llevaron al gobierno francés a concederle la Orden Nacional Francesa.
La vida elegida por Ricard le enfrentó a los ideales en los que se había formado y al ateísmo de su padre. Ambos decidieron discutir sus diferencias en El monje y el fisólofo, un diálogo que sólo en Francia vendió 500.000 copias y en el que la búsqueda de la felicidad está presente en cada capítulo. «Tenía muchas esperanzas en su futuro profesional y me parecía una lástima que abandonara [su carrera científica]. Después me di cuenta de que había transferido su espíritu científico al estudio del budismo», decía el padre antes de morir, una vez hubo aceptado la elección de Matthieu.
La idea de Ricard de ofrecerse para los estudios de la mente que llevaba a cabo la Universidad de Wisconsin estuvo influenciada por el propio Dalai Lama, que durante años ha colaborado con científicos occidentales, facilitando el análisis cerebral de los monjes y su capacidad de aislar la mente durante las sesiones de meditación. Uno de los aspectos que más ha fascinado a los investigadores es la capacidad de los monjes de suprimir sentimientos que hasta ahora creíamos inevitables en la condición humana: el enfado, el odio o la avaricia. El estudio de sus cerebros demuestra una capacidad extraordinaria para controlar sus impulsos basados en el principio de que Buda no prometió a sus seguidores la salvación en el cielo, sólo el final de sus sufrimientos en la tierra si lograban controlar sus deseos. Para muchos ese ha sido uno de los puntos flacos del budismo: la limitación de las ambiciones personales y la pasividad.
Ricard suele acudir a una anécdota del Dalai Lama para negar que el control de los impulsos negativos sea igual a pasividad o falta de respuesta, por ejemplo ante un crimen o un genocidio. «Alguien le preguntó en una ocasión al Dalai Lama qué haría si alguien entra en una habitación para matar a todos los presentes. Su respuesta irónica fue: «Empezaría por dispararle a las piernas. Y si eso no funciona, apuntaría a la cabeza».
Ricard cree que el problema es que nuestros sentimientos negativos hacia otras personas no están a menudo justificados, sino que los hemos creado nosotros en nuestra mente de forma artificial como respuesta a nuestras propias frustraciones. Y ése es uno de los impulsos que el monje francés piensa que hay que aprender a controlar si se quiere ser feliz. Para el escritor, la felicidad es «un tesoro escondido en lo más profundo de cada persona». Atraparla es cuestión de práctica y fuerza de voluntad, no de bienes materiales, poder o belleza. Los que llegan al final del viaje y logran la serenidad que lleva a la dicha, asegura Ricard, sienten lo mismo que «un pájaro cuando es liberado de su jaula».
Satisfacción filipina. Tampoco es necesario leer a este hijo adoptivo de Buda o retirarse a un templo en el Himalaya para comprobar que el «dinero no da la felicidad». Los habitantes de las barriadas pobres de Manila se muestran, a pesar de sus dificultades, aparentemente más contentos que los tiburones financieros de la vecina y multimillonaria Hong Kong. Cada vez que se hace una encuesta sobre felicidad global, los filipinos aparecen entre los pueblos más satisfechos. Ni la pobreza ni el hecho de que su país haya sido declarado el «lugar del mundo más afectado por los desastres naturales» por el Centro para la Investigación y Epidemiología de Desastres parecen afectar su visión positiva de la vida. Su intensa vida social y familiar compensa penurias privaciones. Los honkoneses, con una renta per cápita 20 veces mayor, aparecen sistemáticamente en los últimos lugares en los mismos sondeos de felicidad. La presión consumista, el estrés y el deterioro de las relaciones sociales figuran entre las causas de insatisfacción más citadas por los ciudadanos. Todo el desarrollo y el dinero del mundo no han logrado levantar el ánimo de la Nueva York de Asia.
Matthieu Ricard ve en resultados como éste la prueba de que cualquiera, no importa las desgracias que haya vivido, puede alcanzar la felicidad si cambia el chip mental que a menudo nos hace detenernos en los aspectos negativos de la existencia. Incluso la pérdida de los seres queridos puede sobrellevarse con relativa facilidad si se afronta la muerte desde una perspectiva nueva, menos centrada en su dramatismo. «Mi padre murió el año pasado a los 82 años. Como dependía tanto de su brillantez intelectual, cuando se vio limitado se desanimó», asegura el monje, para quien la muerte de quienes nos rodean debe ser aceptada como un paso más en el ciclo natural de la vida y no necesariamente como un episodio triste. «El mejor homenaje que podemos ofrecer a los que ya no están con nosotros es vivir la vida de forma constructiva, ser conscientes de que nacemos solos y morimos solos. ¿Por qué no sentir que cada ser humano es nuestro familiar, que cada casa es nuestro hogar?».
Los investigadores que han estado analizando las emociones de Ricard creen que los resultados podrían servir para paliar enfermedades como la depresión y llevar a la gente a entrenar una mente saludable de la misma forma que hoy se acude al gimnasio a mejorar la forma física. Más aún, si como sugiere Ricard, una de las claves de la satisfacción personal es el control y la supresión de instintos negativos como el odio, y si existe una forma de limitarlos, estaríamos ante la posibilidad de mejorar la condición humana y enmendar sus peores defectos.
Por supuesto son muchos los que apuntan a la inocencia y la sobredosis de utopía que supone pensar en una aldea global en la que todo el mundo perdona a los demás y nadie se enfada con nadie, un mundo basado en las buenas maneras y sentimientos, sin guerras ni luchas de poder. El monje francés responde a quienes dudan con la pregunta que mejor define su visión de la vida: «¿Acaso quieres vivir una vida en la que tu felicidad dependa de otras personas?».
Matthieu Ricard no quiere. Por eso en lugar de una casa en la playa ha elegido una vida contemplativa en el monasterio nepalí de Shechen; por eso ha regalado los millones de euros procedentes de sus libros (se han vendido millones de copias en todo el mundo y han sido traducidos a una decena de lenguas); y quizá por eso ha evitado los conflictos propios de la vida matrimonial. El «hombre más feliz del mundo» no sugiere que todo el mundo haga lo mismo para encontrar la dicha. Sólo que aprendamos que la deseada casa de la playa, los millones en el banco o esa pareja tan atractiva tampoco nos conducirán a ella. Aprender a contentarnos con lo que tenemos quizá sí.
Vejez: Cuando la agudeza mental y la acción disminuyen, es tiempo de experimentar y manifestar cariño, afecto, amor y comprensión.
Muerte: Forma parte de la vida, rebelarse es ir contra la propia naturaleza de la existencia. Sólo hay un camino: aceptarla.
Soledad :existe una manera de no sentirse abandonado: percibir a todos los hombres como parte de nuestra familia.
Alegría: Está dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que mirar en nuestro interior, encontrarla y transmitirla.
Identidad: No es la imagen que tenemos de nosotros mismos, ni la que proyectamos. Es nuestra naturaleza más profunda, ésa que nos hace ser buenos y cariñosos con quienes nos rodean.
Conflictos de pareja minimizarlos. Es muy difícil pelearse con alguien que no busca la confrontación.
Familia: Requiere el esfuerzo constante de cada uno de sus miembros, ser generoso y reducir nuestro nivel de exigencia.
Deterioro físico: Hay que aprender a valorarlo positivamente. Verlo como el principio de una nueva vida y no el principio del fin.
Relaciones sociales: Es más fácil estar de buen humor que discutir y enfadarse. Lo ideal es seguir siendo como somos y utilizar siempre que podamos la franqueza y la amabilidad.
Felicidad: Si la buscamos en el sitio equivocado, estaremos convencidos de que no existe cuando no la encontremos allí.
Su última obra traducida al español: «Defensa de la felicidad» (Urano).
La meditación y la disciplina mental pueden cambiar el modo de trabajar del cerebro. A los monjes budistas la meditación les permite alcanzar niveles de consciencia inusuales gracias a la creación de conexiones neuronales que no existen en los individuos que no suelen realizan prácticas contemplativas.
Así lo han comprobado los investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU) que desde 1992 llevan a cabo un estudio en colaboración con el actual Dalai Lama y otros monjes budistas muy experimentados en el arte de la meditación.
Hasta ahora fenómenos como la paz interior y la serenidad adquiridos a través de la meditación se interpretaban recurriendo a fuerzas metafísicas. Hoy, gracias a este estudio, los efectos de estas prácticas se han 'traducido' al lenguaje científico. Los monjes budistas que llevan largo tiempo practicando meditación presentan una gran actividad en una zona determinada del cerebro, justo detrás de la parte izquierda de la frente, en la corteza prefrontal izquierda.
En cambio este área no presenta casi actividad en los individuos que no practican meditación, aunque sí está 'viva' con más frecuencia en aquellos que tienen un carácter optimista y poco ansioso.
"Hemos observado que los monjes que llevan meditando largo tiempo registran una actividad en esa parte del cerebro realmente alta", explica Richard Davidson, integrante la investigación, que se desarrolla en el Laboratorio de Imagen Funcional del Cerebro y Comportamiento.
Asegura que alcanzar un grado de actividad cerebral tan alto en ese área requiere un entrenamiento, al igual que los jugadores de tenis, por ejemplo, mejoran con la práctica en la ejecución de este deporte.
Monjes y estudiantes
Todo comenzó cuando en 1992 el Dalai Lama invitó al doctor Davidson a su casa en Dharamsala, en la India. Este psicólogo lleva largo tiempo desgranando los secretos del comportamiento del cerebro; algo que llamó la atención del Dalai Lama. Los monjes budistas cuentan con una tradición centenaria de meditación y recogimiento y la curiosidad llevó al Dalai Lama a proponer al investigador el estudio del cerebro de los monjes de su comunidad.
Ocho de los monjes más duchos en la meditación se prestaron como voluntarios para la investigación de Davidson. Son monjes que han practicado la introspección durante un tiempo estimado de 10.000 a 50.000 horas, durante un tiempo que oscila entre los 15 y 40 años. El grupo de control lo constituyeron 10 estudiantes sin experiencia previa en el arte de la meditación a los que instaron a dedicar una semana de 'entrenamiento' a la contemplación.
Colocaron una red con 256 sensores eléctricos en la cabeza de los monjes y de los voluntarios y se les animó a meditar durante un rato.
Los datos registrados por la red de sensores en los monjes budistas fueron impresionantes. "La amplitud de las ondas gamma recogidas en algunos de los monjes son las mayores de la historia registradas en un contexto no patológico", indican en el atículo.
La altísima amplitud de estas ondas -que están asociadas con la capacidad para prestar atención y el aprendizaje- tiene su explicación en la suma de las que emiten las diferentes neuronas. Durante la meditación, los monjes conseguían poner en fase (sincronizar) un número de neuronas muy elevado.
Un cerebro cambiante
La versión más aceptada hace unos años sobre el desarrollo de nuestro cerebro indicaba que las conexiones neuronales se fijan cuando somos bebés y niños y no varían durante la edad adulta. Pero en la última década, las nuevas técnicas de neuroimagen han permitido observar cambios en las conexiones neuronales habituales durante la edad adulta y se ha comenzado a hablar de la llamada 'neuroplasticidad' o continuidad del desarrollo cerebral durante la edad adulta.
Hoy en día, multitud de estudios constatan que el cerebro no es estático sino que cambia dinámicamente a lo largo de la vida del hombre.
En opinión de estos científicos, los resultados del estudio indican que el cerebro, con un correcto entrenamiento, puede desarrollar funciones y conexiones neuronales nunca imaginadas.
A pesar de todo, el Dalai Lama, al que le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz en 1989, no cree que los científicos puedan explicar el nirvana. "La ciencia puede desvelar que ciertas técnicas podrían ayudar a distinguir los porqués de una vida feliz o una miserable, pero la comprensión profunda de la naturaleza de la mente sólo puede alcanzarse a través de la meditación", asegura.
La ciencia comprobó que quien la practica tiene más materia gris
Tesy de Biase Para LA NACION
Desde que la meditación ingresó en el diccionario médico de la mano del Dalai Lama, la ciencia ha podido corroborar la eficacia terapéutica de esta práctica, de aspecto tan inocente que en la actualidad se aplica tanto para vencer el odio como para controlar un cuadro de ansiedad o de hipertensión arterial.
El hallazgo más reciente sobre el poder de la meditación proviene del Laboratorio de Neuroimágenes de la Universidad de California, Estados Unidos. Allí, la investigadora Eileen Luders demostró que meditar no sólo produce cambios en el funcionamiento cerebral de los meditadores, sino que también los genera en la estructura misma del cerebro.
"Los meditadores tienen más materia gris en las zonas del cerebro relacionadas con el control de las emociones", comentó a LA NACION la doctora Luders, que inaugura con sus palabras una plataforma común entre ciencia y meditación. Al hacerlo, facilita el salto hacia otro discurso. Por ejemplo, el que presentó en su visita a Buenos Aires el monje tibetano Khenpo Sangpo Bodh.
Con su típico atuendo, este doctor en filosofía llegó a Buenos Aires proveniente del Instituto de Altos Estudios Budistas Khamgar Druk College Dharmakara, ubicado en la comunidad tibetana de Tashi Jong, en el norte de la India, para difundir el poder transformador de la meditación.
Khenpo propone transmutar las emociones destructivas a través de la disciplina y el control de la mente. El resultado prometido: nada menos que la disolución de la violencia y ese efecto dominó que tan bien conocía Mahatma Gandhi, cuando conmovió al poderío colonial británico poniendo una y otra vez la otra mejilla.
¿De dónde proviene el poder para alcanzar semejante transformación? "De la meditación", sintetiza con certeza inconmovible.
"Es una herramienta de autoconocimiento y el antídoto contra todas las emociones destructivas". Y cuando dice todas, el optimista lama piensa en las 84.000 (sí, ochenta y cuatro mil) emociones negativas que según las escrituras budistas se desprenden de las básicas: ira, apego (posesivo), orgullo, envidia e ignorancia (opacidad). Con tantos miles de enemigos, el camino hacia la felicidad parece arduo. Y lo es. No se trata de querer y poder, sin más, admite el maestro: hay que transitar un largo entrenamiento que conduce a la transformación interior.
"Meditar permite liberarnos de las fuerzas negativas que nos hacen sufrir", sostiene. Y ofrece la receta de la transmutación emocional positiva para amateurs : "Hay que empezar por la a. El primer paso es reconocernos a nosotros mismos y observar el contenido de nuestra mente, preguntándonos a qué responden esas emociones negativas". Para ver con claridad Khenpo -como lo llaman sus seguidores- sugiere algo tan sencillo como sentarse y relajarse, lo que parece sencillo, pero no lo es tanto.
"Cuando la gente vive con intenso movimiento, tiene dificultades para encontrar calma, pero la mente es como el agua: si se mueve, no permite ver el reflejo de la luna y las estrellas en su superficie; en cambio, cuando está limpia y calma, en pocos minutos trasluce lo que hay en la profundidad y refleja todo. Cuando una persona está habituada al movimiento excesivo, ni siquiera sabe quién es. Yo les digo que se sienten en silencio y que miren en su mente."
El siguiente movimiento responde a uno de los ciclos de las enseñanzas de Buda: rechazar las emociones negativas como si fueran un alimento envenenado. Sin contemplaciones, la propuesta apela a un acto firme de disciplina y voluntad, que se traduce en tolerancia cero con ese odio o envidia que carcomen la paz interior. El maestro budista lo describe como una purificación de los componentes tóxicos de la mente.
Y el tercer momento es el de la transformación liberadora, una reconexión desde la calma, que tampoco se dirige hacia el exterior pero tiene efecto sobre él. La herramienta principal es la práctica de alguno de los distintos tipos de meditación que, básicamente, combinan relajación mental con ejercicios de respiración. La forma más reconocida es focalizar la mente en un objeto exterior, que pueden ser una luz o una imagen. Aunque el maestro recomienda seis prácticas diarias, reconoce que con una al levantarse, antes del desayuno, también se obtienen resultados pacificadores sobre la mente.
"Cuando cambia la mente cambia todo, no solo porque se ve al mundo de otra manera sino porque el cambio de uno provoca cambios en los demás. Para terminar con el odio y las emociones destructivas no podemos usar el odio y las emociones destructivas. No podemos matar a una persona como medio para lograr que esa persona deje de matar. Por la fuerza no se alcanzan los cambios. Buda nunca usó armas. Tampoco Cristo ni Mahatma Gandhi ni la madre Teresa de Calcuta. La paz y la transformación de las emociones negativas se alcanza por medios pacíficos, como la meditación, que es un instrumento de transformación interior".
entarse a pensar en nada frente a una vela encendida resulta tedioso, inútil y hasta ridículo para la mayoría de los occidentales. Sin embargo, hoy esta práctica de aspecto tan inocente es reconocida por la medicina convencional como una estrategia terapéutica alternativa para doblegar cuadros tan disímiles e indomables como el estrés y la ansiedad, la hipertensión, la migraña o las complicaciones cardiovasculares.
Unos años atrás, distintos investigadores del campo de la neurología, como el famoso Daniel Goleman, dieron un paso más con el consentimiento del Dalai Lama. Así, distintos monjes budistas entrenados en el arte de la meditación fueron estudiados bajo la lente de los resonadores nucleares de última generación. Las imágenes que evidenciaron diferencias en el funcionamiento cerebral de los meditadores dieron la vuelta al mundo y desde entonces las investigaciones se multiplicaron.
El último capítulo de este escrutinio científico sobre una práctica milenaria lo escribió un equipo del Laboratorio de Neuroimágenes de la Universidad de California, Estados Unidos. Con tecnología de última generación los científicos compararon los cerebros de 44 personas: 22 de ellas sin antecedentes de meditación y 22 con un entrenamiento en esta práctica milenaria que osciló entre los 5 y los 46 años, con un promedio de 24 años practicando alguna de las múltiples formas de meditación.
Esta vez, los científicos se centraron no ya en los efectos de la meditación sobre el funcionamiento cerebral, sino en su influencia sobre la estructura misma del cerebro. Eileen Luders, autora del estudio publicado en la revista Neuroimage , explica sus asombrosos hallazgos: "Los meditadores tienen más materia gris en aquellas zonas del cerebro relacionadas con el control de las emociones".
¿Cómo llegan los meditadores a generar más materia gris? "Al igual que cuando alguien entrena sus músculos, algunas áreas del cerebro deben crecer cuando las usas intensamente", arriesga la investigadora.
La materia gris es el tejido encargado de procesar la información que la materia blanca transmite. Una hipótesis sencilla -que probablemente la ciencia tarde años en confirmar-es que a mayor materia gris, mejor desempeño cerebral. Desde Los Angeles, Luders sostiene: "La mayoría de los meditadores tienen habilidades sobresalientes con respecto a la autorregulación de sus emociones; es para ellos más fácil mantener la estabilidad emocional y tener un comportamiento centrado, tal como elegir con sabiduría sus respuestas o reacciones. Además, los meditadores son reconocidos por su extremadamente positiva mirada sobre la vida; es habitual para ellos ver, en lugar de la parte vacía, la mitad llena del vaso".
Me gustan mucho estas palabras del Dalai Lama sobre la ciencia...
(...)Si la ciencia comprueba que alguna creencia budista es incorrecta, entonces el budismo tendrá que cambiar. Mi punto de vista es que la ciencia y el budismo comparten una búsqueda de la verdad y el entendimiento de la realidad. Al aprender de la ciencia sobre los aspectos de la realidad, donde su comprensión puede ser más avanzada, creo que el budismo enriquece su propia visión.
Por muchos años, por mí mismo y con el Instituto Mente y Vida, el que ayudé a fundar, he tenido la oportunidad de reunirme con científicos para discutir su trabajo. Científicos mundiales me han instruido generosamente en la física subatómica, la cosmología, psicología y biología.
Sin embargo, son nuestros análisis de la neurociencia, los que han probado ser particularmente importantes. A partir de estos intercambios surgió una vigorosa iniciativa por la investigación, una colaboración entre monjes y neurocientíficos para explorar cómo la meditación puede alterar la función del cerebro.
El objetivo aquí no es probar que el budismo es correcto o incorrecto – ni acercar a las personas al budismo -, sino sacar estos métodos del contexto tradicional, estudiar sus potenciales beneficios y compartir los hallazgos con cualquiera que los considere útiles.
Después de todo, si las prácticas de mi propia tradición pueden unirse a los métodos científicos, entonces podemos dar otro pequeño paso hacia el alivio del sufrimiento humano.(...)
Consecuencias de la entrada de la meditación en las cárceles.
Tras los altos muros de la prisión de máxima seguridad de Donaldson, en Alabama, viven más de un millar de hombres, todos ellos peligrosos criminales que cumplen cadena perpetua en una cárcel de la que nunca podrán salir. Pero para algunos de estos presos esta situación se ha hecho más soportable gracias a la puesta en marcha en el correccional de un programa basado en técnicas de meditación budista o Vipassana. Les presentamos este magnífico documental que nos aproxima a las historias de 36 reclusos que deciden someterse a este proyecto sin precedentes, entregándose a él emocional y mentalmente. Sobrepasamos los muros de esta prisión de máxima seguridad para acompañarles durante los diez días que dura el programa de meditación silenciosa. En este tiempo veremos cómo los reclusos logran manejar sus sentimientos de rabia e intentan sobrellevar su vida tras las rejas. Además el documental se cuestiona sobre si el método de castigo de las prisiones es realmente efectivo o si, por el contrario, existen modos de rehabilitar a estos hombres.
La meditación en la respiración es la técnica de meditación fundamental del budismo. Según la tradición es la práctica que hacía de Buda cuando alcanzó la iluminación. La descripción más antigua de esta meditación es el Anapanasati Sutta. (El sutta de la atención a la inhalación y la exhalación).
Sin embargo, leyendo el sutta original sin conocer los comentarios tradicionales de la tradición Theravada es imposible saber poner en práctica la meditación. En este libro corto Nauyane Ariyadhamma, un bikkhu Theravada, nos explica como practicar la meditación descrita en el sutta.
Aunque es siempre recomendable aprender la meditación con un maestro experimentado, este texto da unas indicaciones para comenzar una práctica.
Os recuerdo que el próximo sábado haremos una meditación en grupo en el restaurante Suda a la 19:30 h. El tema a debatir es: "¿Influye la alimentación y la bebida en la alteración de lso estados de conciencia?". Se llevarán a acabo experimentos prácticos.
@Jesus, con respecto al aguante de un bonzo cuando se quema, yo creo que antes de encender la cerilla se ha metido tal cantidad de drogas en su cuerpo para evitar el dolor, que tendrian para continuar drogando a los tigres de Kanchanaburi durante 3 meses seguidos.
Yo no me siento identificado con el término eco-pijo así que por mí podéis seguir utilizándolo todo lo que querais.
Saaby, personalmente estoy de acuerdo con la parte a la que te refieres en tu mensajes, pero hay más partes que esa a la que te refieres, que son, además, las auténticas. De todas formas, esos cursos donde se hace de todo menos meditar y que cuestan un pastón, si a la persona que los hace le viene bien... pues bienvenido sea. Pero vaya, que meditar no cuesta, o no debería costar dinero.
Bueno, copio y pego algunos artículos que hay por ahí... Espero que algunos lean al principio donde dice que es un estudio hecho por un equipo de psiquiatras del hospital de Massachusetts y que sus resultados han sido publicados en la revista Psychiatry Research :)
Ocho semanas de meditación pueden cambiar el cerebro
Las áreas de materia gris relacionadas con la memoria, la empatía y el estrés se transforman de forma considerable
No lo dice un grupo «new age», ni unos amantes de la pseudociencia o de la falsa espiritualidad, sino un equipo de psiquiatras liderado por el Hospital General de Massachusetts, que ha realizado el primer estudio que documenta cómo ejercitar la meditación puede afectar al cerebro. Según sus conclusiones, publicadas en Psychiatry Research, la práctica de un programa de meditación durante ocho semanas puede provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Es decir, que algo considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud.
«Aunque la práctica de la meditación está asociada a una sensación de tranquilidad y relajación física, los médicos han afirmado durante mucho tiempo que la meditación también proporciona beneficios cognitivos y psicológicos que persisten durante todo el día», explica la psiquiatra Sara Lazar, autora principal del estudio. «La nueva investigación demuestra que los cambios en la estructura del cerebro pueden estar detrás de esos beneficios demostrados, y que la gente no se siente mejor solo porque se han relajado», apunta.
Lazar ya había realizado estudios previos en los que había encontrado diferencias estructurales entre los cerebros de los profesionales de la meditación, con experiencia en este tipo de prácticas, y los individuos sin antecedentes, como, por ejemplo, un mayor grosor de la corteza cerebral en áreas asociadas con la atención y la integración emocional. Pero entonces la investigadora no pudo confirmar si este proceso había sido fruto de, simplemente, haber pasado unos ratos de reflexión.
Conciencia sin prejuicios
Para el estudio actual, los científicos tomaron imágenes por resonancia magnética de la estructura cerebral de 16 voluntarios dos semanas antes y después de realizar un curso de meditación de ocho semanas, un programa para reducir el estrés coordinado por la Universidad de Massachusetts. Además de las reuniones semanales, que incluían la práctica de la meditación consciente, que se centra en la conciencia sin prejuicios de sensaciones y sentimientos, los voluntarios recibieron unas grabaciones de audio para seguir con sus cavilaciones en casa.
Los participantes en el grupo de meditación pasaron 27 minutos cada día practicando estos ejercicios. Sus respuestas a un cuestionario médico señalaban mejoras significativas en comparación con las respuestas antes del curso. El análisis de las imágenes por resonancia magnética encontró un incremento de la densidad de materia gris en el hipocampo, una zona del cerebro importante para el aprendizaje y la memoria, y en estructuras asociadas a la autoconciencia, la compasión y la introspección. Además, se descubrió una disminución de la materia gris en la amígdala cerebral, un conjunto de núcleos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales, lo que está relacionado con una disminución el estrés. Ninguno de estos cambios fueron observados en el grupo de control formado por otros voluntarios, lo que demuestra que no fueron resultado solo del paso del tiempo.
«Es fascinante ver la plasticidad del cerebro y cómo, mediante la práctica de la meditación, podemos jugar un papel activo en el cambio del cerebro y puede aumentar nuestro bienestar y calidad de vida», dice Britta Hölzel, autora principal del estudio. El hallazgo abre las puertas a nuevas terapias para pacientes que sufren problemas graves de estrés, como los que soportan un agudo estrés post-traumático tras una mala experiencia.
http://www.abc.es/20110127/ciencia/abci-ocho-semanas-meditacion-pueden-2...
Sigo en otro mensaje para que este no sea tan laaaaaaaaaaaaaargo
Esto también lo dice una psicóloga... (no sé si algunos lo consideraréis ciencia... )
“La medicina contra el estrés se llama meditación”
Hablamos con la psicóloga, escritora y divulgadora Alejandra Vallejo-Nágera.
Natalia Martín Cantero
28 de noviembre de 2011
Alejandra Vallejo Nájera
“Buena parte de las dolencias que padecemos tienen una causa emocional y de descontrol de pensamiento”, señala Vallejo-Nágera. Esta es la premisa de la que parten las técnicas de reducción del estrés basadas en la atención plena (o “mindfulness”, en inglés) desarrolladas en la Universidad de Massachusetts (EEUU) hace más de un treinta años.
Cuando una persona tiene estrés, señala Vallejo-Nágera, lo primero que sufre es la calidad de su sueño y, en segundo lugar, el aparato digestivo. Para los pacientes que la psicóloga trata en el Centro Médico de Enfermedades Digestivas, en Madrid, “la medicina tradicional no ofrecía soluciones”, señala. La alternativa es este programa en el que a lo largo de cinco semanas los pacientes aprenden técnicas que, según explica, “les servirán para toda la vida”.
¿Cómo, exactamente? Incorporamos a la medicina tradicional occidental conceptos o hábitos que se vienen manejando desde hace siglos en la medicina oriental. El cuerpo es la voz de un sistema emocional que no puede expresarse más que a través de la mente. Como mente y cuerpo pertenecen a misma persona, el beneficio de una repercute en beneficio de otra. Y viceversa. El estrés se auto induce. Sus hermanas mayores son la ansiedad y la angustia. El cerebro se va programando con amenazas externas que no suelen ser tan amenazadoras en la realidad. Por eso hay que enseñar a las personas a “desprogramarse”. No se trata de evadirte, al contrario. Se trata de hacer lo mismo que todos los días, tus actividades cotidianas, pero con la conciencia lúcida, con el sistema nervioso tranquilo. Plenamente atento y presente.
¿Qué es lo que aprenden estas personas? La primera técnica es respirar. Cuando decimos a los pacientes que les vamos a enseñar a respirar se frustran, porque están esperando algo extraordinario. Pero cuando la persona está nerviosa respira mal. Respira sólo con la zona clavicular, con lo cual el cerebro se oxigena peor y se entumece. En segundo lugar, les enseñamos a meditar. No hay nada aquí religioso ni evasivo. Es un ejercicio intelectual poderosísimo. Cuando la persona está estresada, el cerebro se queda entumecido, y el problema lo absorbe todo. Pero después de seguir el curso y aprender a meditar todos los días, el cerebro sigue contemplando el problema, pero también las soluciones. Lo prueban, por ejemplo, los experimentos de Herbert Benson (de la Universidad de Harvard) sobre los efectos de la meditación en el cerebro.
Para eso no hacen falta psicólogos... Las técnicas de la atención plena se acompañan, en el contexto terapéutico, de terapia cognitivo-conductual: orientas a las personas para que descubran cómo las emociones modifican el pensamiento y este, a su vez, modifica la acción. El programa de reducción de estrés consiste en saber qué hacer para pisar el freno, y encontrar ese espacio necesario entre emoción, pensamiento y acción.
Antes de actuar, frena. ¿Quién necesita frenar? En el contexto de este programa, personas con trastornos digestivos y neurológicos, fibromialgias, dolores de cabeza, alteraciones del sueño por estrés… El alumno pone en práctica en casa todo lo que aprende en clase. La recompensa es una mejoría en su salud y, en el caso de los enfermos con problemas digestivos, capacidad para alimentarse y disfrutar de la comida, en lugar de engullir o utilizar la comida para “anestesiarte”. Todos ellos aprenden a disfrutar las rutinas diarias. La ducha de la mañana, por ejemplo, es un momento placentero, pero la persona estresada no lo disfruta; está pensando en el futuro. La meditación ayuda a disfrutar del momento presente.
¿Qué piensa de esto la comunidad médica? En EEUU estas técnicas llevan muchos años poniéndose en práctica. Pero España no es, precisamente, un país pionero en este sentido. La comunidad médica va estando cada vez más preparada porque la unión de cuerpo y mente es real, y los médicos son cada vez más conscientes. Algo importante es que no se ha producido ni un solo caso en el que esta metodología cause daños. Si no se practica, no se producen beneficios, eso es todo. En el curso de verano organizado por la Universidad Autónoma de Madrid [donde Vallejo-Nágera impartía un curso de estrés y deterioro cognitivo] con científicos de otras universidades, todos coincidíamos en esto: la medicina contra el estrés se llama meditación.
Hay quien dice que no tiene tiempo para meditar. No es más que una excusa. No tiene que ver con el tiempo sino con estar presente. Su mente se proyecta en la cantidad de cosas que tiene por hacer, y no está disfrutando de lo que está tiene entre manos en este momento.
Y hay quien desconfía de la palabra meditación. Los españoles tienen la idea de que meditar es evadirse, o es cosa de vagos o de hippies. Pero esa creencia no es real, es puro desconocimiento. Se trata de tomar conciencia de en qué y cómo llevas a cabo tu rutina diaria. De prestar atención absoluta al cuerpo y a la mente.
* Natalia Martín Cantero es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella, escribe a [email protected]
http://smoda.elpais.com/articulos/la-medicina-contra-el-estres-se-llama-...
Aseguran que la meditación calma los dolores crónicos
MDzol.com
La meditación es una de las técnicas de relajación más difundida y recomendada para enfrentar el extenuante ritmo de vida en este mundo moderno en constante cambio. Hasta no hace mucho tiempo, se vino difundiendo de la mano de los cultos orientales. Ahora que la ciencia ya ha develado algunos de sus secretos, también pasa a ser aliada de las prácticas de psicólogos y médicos.
Los adeptos que la practican pregonan que es un plan de evolución interior que conduce a la calma interior –una sensación de bienestar pleno que se contagia a los otros y nos ayuda a tener mejores relaciones sociales-, al tiempo que estimula el desarrollo de las facetas más sutiles del ser humano, aquéllas que están en contacto con el alma.
Durante años, se viene escuchando que el hábito diario de la práctica de meditación mejora la salud en los aspectos físico, psicológico, mental y espiritual. Hoy se sabe que lo logra a través de diversos mecanismos como la reducción de la ansiedad provocada por el estrés, el fortalecimiento del sistema inmunológico, el aumento del rendimiento intelectual y el alcance de un estado de conciencia más alerta, sereno y pleno.
De acuerdo con lo que relatan los instructores, los efectos benéficos de la meditación son fácilmente comprobables a través de la propia experiencia, al punto tal que los médicos y psicólogos que la conocen, no dudan en recomendarla, no sólo como técnica complementaria preventiva, sino también curativa y paliativa.
Investigaciones tradicionales
El advenimiento de la resonancia magnética funcional (RMF) le permitió a la ciencia tradicional observar qué pasa en el cerebro mientras medita. En un trabajo publicado en 2004 por la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences, se revelaron los resultados de un estudio realizado por los neuropsiquiatras Antoine Lutz y Richard Davidson, de la Universidad de Wisconsin, EE.UU. Vale acotar que dicho centro, a instancias del Dalai Lama, guía espiritual del Tíbet, viene trabajando con los monjes budistas más experimentados en el arte de la meditación desde 1992.
El estudio consistió en colocar una red de 256 sensores eléctricos en la cabeza de ocho de los monjes más duchos en la práctica y monitorear una sesión habitual de meditación. En todos los casos, se verificó una hiperactividad neuronal cerebral que brindaba testimonio de una hiper-oxigenación. Además, en aquéllos que habían meditado al menos unas 10 mil horas, se constató una gran actividad en la corteza pre-frontal izquierda. Paralelamente, en los mapeos cerebrales de los monjes se observó, también, una altísima amplitud de sus ondas Gamma, lo que se traduce en una mejor capacidad para prestar atención y aprender.
En trabajos anteriores, Davidson ya había descubierto mayor actividad de esa zona en las personas optimistas y poco ansiosas. Contrariamente, la gente ansiosa, angustiada y deprimida, había mostrado mayor actividad en la corteza prefrontal derecha y en la amígdala cerebral.
A partir de los resultados del citado estudio, Davidson teorizó acerca de que con la práctica de la meditación podría controlarse el estado de ánimo: al fortalecerse las neuronas ubicadas en un sector, se contrarrestaría o inhibirían las emociones perturbadoras que envía el otro, desde la amígdala cerebral, ese núcleo neuronal relacionado con las emociones del miedo y la agresión.
Además, Jon Kabat Zinn, médico y biólogo molecular y director de la Clínica para la Reducción del Estrés, comprobó un paralelo aumento de los anticuerpos al tiempo que los meditadores disminuían la ansiedad. Y observó una disminución de la reactividad de la amígdala cerebral. Fue entonces cuando Kabat Zinn fundó el Centro para la Atención Plena (Mindfulness), un lugar donde la línea terapéutica incluye la meditación. Allí se ofrece “un programa intensivo y auto-dirigido para aprender el arte de vivir conscientemente”, según las propias palabras de Kabat-Zinn.
Meditación
El psicólogo Martín Reynoso, representante de Mindfulness Argentina, quien dicta el programa de reducción del estrés en INECO (Instituto de Neurología Cognitiva) explica de qué se trata: “Mindfulness se traduce como un estado de atención plena. Es un tipo especial de atención modulada por la intención de comprender sin juzgar”. Y agrega que el propósito es conseguir una auto-regulación intencional de la atención momento a momento. “Si no, la mente siempre está vagando y no nos permite desenredarnos de nuestros propios pensamientos”, acota.
Según Reynoso, la respiración es un conector mente-cuerpo para alcanzar un estado de serenidad. “Y una mayor serenidad provoca un aumento de la comprensión de nuestra realidad. Asimismo, nos vuelve más curiosos y tenemos mayor apertura mental, a la par que desarrollamos la ecuanimidad, la compasión y la aceptación”, explica.
El experto sostiene que hay que ejercitarse para cambiar la percepción y el manejo de los estresores cotidianos a través de la atención. “Si se aprende a reconocer los estresores físicos (sensaciones) y los psíquicos (pensamientos, emociones), los dolores crónicos se atemperan”, asegura. Y alerta que todos los disparadores de esos síntomas están asociados a la emoción de enojo.
“Uno tiende a rechazar las emociones negativas. Mindfulness nos enseña a dejarlas fluir. Hay que aprender a aceptar, hay que comenzar a abrirnos en un espacio más amplio que no significa resignarnos”, aconseja.
Reynoso explicita que un estrés agudo es una relación entre el entorno y un sujeto, quien evalúa la situación como amenazante, desbordante de sus recursos y como algo que pone en peligro su bienestar.
“El problema no es el estresor en sí mismo, sino la forma en que lo percibimos y lo manejamos. Es ese pensamiento el que desencadena la reacción de estrés”, puntualiza. De allí, surge la necesidad de activar la respuesta de la relajación preventivamente. “Manejar la secuencia cardíaca, por ejemplo, tiene que ver con vivir más relajados”, concluye.
http://www.casadeltibetbcn.org/blog-noticias/?p=4406
ESTUDIO | CEREBRO BUDISTA INCREÍBLE
Declarado el hombre más feliz del planeta
Es más feliz que usted, seguro. Mucho más. Matthieu Ricard obtuvo una nota inalcanzable en un estudio sobre el cerebro realizado por la Universidad de Wisconsin (EEUU). Los especialistas en neurociencia afectiva le nombraron «el hombre más feliz de la Tierra». A sus 61 años, quien hoy es asesor personal del Dalai Lama tiene una vida digna de un guión de cine. Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, dejó su carrera por abrazar al budismo.
Por David Jiménez, FotografÍas de Neema Frederic
¿Una bonita casa en la playa? Matthieu Ricard prefiere el monasterio apartado de toda civilización donde vive, en las montañas de Nepal. ¿Una cuenta bancaria boyante? Ha entregado todo el dinero de las ventas de sus libros a la caridad. ¿Quizá un matrimonio bien avenido o una excitante vida sexual? Tampoco: a los 30 años decidió acogerse al celibato y dice cumplirlo sin descuidos. En realidad, Matthieu Ricard carece de todas las cosas que los demás perseguimos con el convencimiento de que nos harán un poco más felices. Y sin embargo, este francés de 61 años, biólogo molecular hasta que decidió dejarlo todo y seguir el camino de Buda, es más feliz que usted y yo. Mucho más feliz. El más feliz.
Científicos de la Universidad de Wisconsin llevan años estudiando el cerebro del asesor personal del Dalai Lama dentro de un proyecto en el que la cabeza de Ricard ha sido sometida a constantes resonancias magnéticas nucleares, en sesiones de hasta tres horas de duración. Su cerebro fue conectado a 256 sensores para detectar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y así con decenas de sensaciones diferentes.
Los resultados fueron comparados con los obtenidos en cientos de voluntarios cuya felicidad fue clasificada en niveles que iban del 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). Matthieu Ricard logró -0.45, desbordando los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose un título –«el hombre más feliz de la tierra»– que él mismo no termina de aceptar. ¿Está también la modestia ligada a la felicidad? El monje prefiere limitarse a resaltar que efectivamente la cantidad de «emociones positivas» que produce su cerebro está «muy lejos de los parámetros normales».
El problema de aceptar que Ricard es el hombre más contento y satisfecho del mundo es que nos deja a la mayoría en el lado equivocado de la vida. Si un monje que pasa la mayor parte de su tiempo en la contemplación y que carece de bienes materiales es capaz de alcanzar la dicha absoluta, ¿no nos estaremos equivocando quienes seguimos centrando nuestros esfuerzos en un trabajo mejor, un coche más grande o una pareja más estupenda?
Los trabajos sobre la felicidad del profesor Richard J. Davidson, del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, se basan en el descubrimiento de que la mente es un órgano en constante evolución y, por lo tanto, moldeable. «La plasticidad de la mente», en palabras del científico estadounidense, cuyo estudio es el quinto más consultado por la comunidad investigadora internacional.
Los científicos han logrado probar que la corteza cerebral izquierda concentra las sensaciones placenteras, mientras el lado derecho recoge aquellas que motivan depresión, ansiedad o miedo. «La relación entre el córtex izquierdo y el derecho del cerebro puede ser medida y la relación entre ambas sirve para representar el temperamento de una persona», asegura Ricard, que durante sus resonancias magnéticas mostró una actividad inusual en su lado izquierdo.
Los neurocientíficos americanos no creen que sea casualidad que durante los estudios llevados a cabo por Davidson los mayores registros de felicidad fueran detectados siempre en monjes budistas que practican la meditación diariamente. Ricard lo explica en la capacidad de los religiosos de explotar esa «plasticidad cerebral» para alejar los pensamientos negativos y concentrarse sólo en los positivos. La idea detrás de ese concepto es que la felicidad es algo que se puede aprender, desarrollar, entrenar, mantener en forma y, lo que es más improbable, alcanzar definitivamente y sin condiciones.
Éxtasis mental. Lograr el objetivo de la dicha no es fácil. Ricard ha escrito una decena de libros –estos días combina sus retiros espirituales con la promoción de su obra Happiness en el mundo anglosajón– y cientos de artículos tratando de mostrar el camino y, aunque la mayoría de sus obras se han convertido en éxitos editoriales, el propio autor descarta que su lectura garantice el éxito. Al igual que un logro en atletismo o en la vida laboral, el cambio sólo es posible con esfuerzo y tenacidad, pero Ricard asegura que todo habrá merecido la pena una vez se alcanza el estado de éxtasis mental que logran los elegidos. En su Defensa de la felicidad (Urano), la traducción de su último libro publicado en España, el monje explica cómo nuestra vida puede ser transformada incluso a través de variaciones mínimas en la manera en que manejamos nuestros pensamientos y «percibimos el mundo que nos rodea».
Es un viaje hacia el interior de uno mismo que Matthieu Ricard recorrió contra todo pronóstico. Nacido en París en 1946, el «monje feliz», como se le conoce en todo el mundo, creció en un ambiente ilustrado. Su padre, Jean-François Revel, fue un reconocido escritor, filósofo y miembro de la Academia Francesa que reúne a la elite intelectual del país galo. Su madre dedicó gran parte de su vida profesional a la pintura surrealista y tuvo un gran éxito antes de convertirse también ella en monja budista. Ricard vivió en su juventud los excesos propios del París de los años 60 y tras terminar sus estudios de secundaria se decidió por las ciencias. Hizo su doctorado en genética celular en el Instituto Pasteur de París y trabajó con el premio Nobel de medicina François Jacob. Parecía destinado a convertirse en uno de los grandes investigadores del campo de la biología cuando le dio a su padre el disgusto de su vida.
El estudio de textos budistas desencadenó una llamada espiritual que le llevó a dejarlo todo. Decidió que el laboratorio no era lo suyo y partió hacia el Himalaya para hacerse discípulo de Kangyur Rinpoche, un histórico maestro tibetano de la tradición Nyingma, la más ancestral escuela del budismo. Era 1972 y las próximas tres décadas de este francés de carácter suave y cultura exquisita –el único europeo que lee, habla y traduce el tibetano clásico– iban a ser dignas del mejor guión de una película.
Tras estudiar con los grandes maestros del budismo, pasar meses en retiros y recorrer los pueblos del Himalaya, conoció al Dalai Lama y en 1989 se convirtió en uno de sus principales asesores y en su traductor al francés. Su posición como mano derecha del Señor de la Compasión le ha convertido en la figura budista occidental más influyente del mundo y llevaron al gobierno francés a concederle la Orden Nacional Francesa.
La vida elegida por Ricard le enfrentó a los ideales en los que se había formado y al ateísmo de su padre. Ambos decidieron discutir sus diferencias en El monje y el fisólofo, un diálogo que sólo en Francia vendió 500.000 copias y en el que la búsqueda de la felicidad está presente en cada capítulo. «Tenía muchas esperanzas en su futuro profesional y me parecía una lástima que abandonara [su carrera científica]. Después me di cuenta de que había transferido su espíritu científico al estudio del budismo», decía el padre antes de morir, una vez hubo aceptado la elección de Matthieu.
La idea de Ricard de ofrecerse para los estudios de la mente que llevaba a cabo la Universidad de Wisconsin estuvo influenciada por el propio Dalai Lama, que durante años ha colaborado con científicos occidentales, facilitando el análisis cerebral de los monjes y su capacidad de aislar la mente durante las sesiones de meditación. Uno de los aspectos que más ha fascinado a los investigadores es la capacidad de los monjes de suprimir sentimientos que hasta ahora creíamos inevitables en la condición humana: el enfado, el odio o la avaricia. El estudio de sus cerebros demuestra una capacidad extraordinaria para controlar sus impulsos basados en el principio de que Buda no prometió a sus seguidores la salvación en el cielo, sólo el final de sus sufrimientos en la tierra si lograban controlar sus deseos. Para muchos ese ha sido uno de los puntos flacos del budismo: la limitación de las ambiciones personales y la pasividad.
Ricard suele acudir a una anécdota del Dalai Lama para negar que el control de los impulsos negativos sea igual a pasividad o falta de respuesta, por ejemplo ante un crimen o un genocidio. «Alguien le preguntó en una ocasión al Dalai Lama qué haría si alguien entra en una habitación para matar a todos los presentes. Su respuesta irónica fue: «Empezaría por dispararle a las piernas. Y si eso no funciona, apuntaría a la cabeza».
Ricard cree que el problema es que nuestros sentimientos negativos hacia otras personas no están a menudo justificados, sino que los hemos creado nosotros en nuestra mente de forma artificial como respuesta a nuestras propias frustraciones. Y ése es uno de los impulsos que el monje francés piensa que hay que aprender a controlar si se quiere ser feliz. Para el escritor, la felicidad es «un tesoro escondido en lo más profundo de cada persona». Atraparla es cuestión de práctica y fuerza de voluntad, no de bienes materiales, poder o belleza. Los que llegan al final del viaje y logran la serenidad que lleva a la dicha, asegura Ricard, sienten lo mismo que «un pájaro cuando es liberado de su jaula».
Satisfacción filipina. Tampoco es necesario leer a este hijo adoptivo de Buda o retirarse a un templo en el Himalaya para comprobar que el «dinero no da la felicidad». Los habitantes de las barriadas pobres de Manila se muestran, a pesar de sus dificultades, aparentemente más contentos que los tiburones financieros de la vecina y multimillonaria Hong Kong. Cada vez que se hace una encuesta sobre felicidad global, los filipinos aparecen entre los pueblos más satisfechos. Ni la pobreza ni el hecho de que su país haya sido declarado el «lugar del mundo más afectado por los desastres naturales» por el Centro para la Investigación y Epidemiología de Desastres parecen afectar su visión positiva de la vida. Su intensa vida social y familiar compensa penurias privaciones. Los honkoneses, con una renta per cápita 20 veces mayor, aparecen sistemáticamente en los últimos lugares en los mismos sondeos de felicidad. La presión consumista, el estrés y el deterioro de las relaciones sociales figuran entre las causas de insatisfacción más citadas por los ciudadanos. Todo el desarrollo y el dinero del mundo no han logrado levantar el ánimo de la Nueva York de Asia.
Matthieu Ricard ve en resultados como éste la prueba de que cualquiera, no importa las desgracias que haya vivido, puede alcanzar la felicidad si cambia el chip mental que a menudo nos hace detenernos en los aspectos negativos de la existencia. Incluso la pérdida de los seres queridos puede sobrellevarse con relativa facilidad si se afronta la muerte desde una perspectiva nueva, menos centrada en su dramatismo. «Mi padre murió el año pasado a los 82 años. Como dependía tanto de su brillantez intelectual, cuando se vio limitado se desanimó», asegura el monje, para quien la muerte de quienes nos rodean debe ser aceptada como un paso más en el ciclo natural de la vida y no necesariamente como un episodio triste. «El mejor homenaje que podemos ofrecer a los que ya no están con nosotros es vivir la vida de forma constructiva, ser conscientes de que nacemos solos y morimos solos. ¿Por qué no sentir que cada ser humano es nuestro familiar, que cada casa es nuestro hogar?».
Los investigadores que han estado analizando las emociones de Ricard creen que los resultados podrían servir para paliar enfermedades como la depresión y llevar a la gente a entrenar una mente saludable de la misma forma que hoy se acude al gimnasio a mejorar la forma física. Más aún, si como sugiere Ricard, una de las claves de la satisfacción personal es el control y la supresión de instintos negativos como el odio, y si existe una forma de limitarlos, estaríamos ante la posibilidad de mejorar la condición humana y enmendar sus peores defectos.
Por supuesto son muchos los que apuntan a la inocencia y la sobredosis de utopía que supone pensar en una aldea global en la que todo el mundo perdona a los demás y nadie se enfada con nadie, un mundo basado en las buenas maneras y sentimientos, sin guerras ni luchas de poder. El monje francés responde a quienes dudan con la pregunta que mejor define su visión de la vida: «¿Acaso quieres vivir una vida en la que tu felicidad dependa de otras personas?».
Matthieu Ricard no quiere. Por eso en lugar de una casa en la playa ha elegido una vida contemplativa en el monasterio nepalí de Shechen; por eso ha regalado los millones de euros procedentes de sus libros (se han vendido millones de copias en todo el mundo y han sido traducidos a una decena de lenguas); y quizá por eso ha evitado los conflictos propios de la vida matrimonial. El «hombre más feliz del mundo» no sugiere que todo el mundo haga lo mismo para encontrar la dicha. Sólo que aprendamos que la deseada casa de la playa, los millones en el banco o esa pareja tan atractiva tampoco nos conducirán a ella. Aprender a contentarnos con lo que tenemos quizá sí.
Su última obra traducida al español: «Defensa de la felicidad» (Urano).
http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2007/395/1176906666.html
A Matthieu Ricard lo entrevistó Punset en Redes.
NEUROPSIQUIATRÍA
ESTUDIO CON MONJES BUDISTAS
La meditación forja nuevas conexiones neuronales
AMÉRICA VALENZUELA
La meditación y la disciplina mental pueden cambiar el modo de trabajar del cerebro. A los monjes budistas la meditación les permite alcanzar niveles de consciencia inusuales gracias a la creación de conexiones neuronales que no existen en los individuos que no suelen realizan prácticas contemplativas.
Así lo han comprobado los investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU) que desde 1992 llevan a cabo un estudio en colaboración con el actual Dalai Lama y otros monjes budistas muy experimentados en el arte de la meditación.
Los últimos resultados de este estudio, liderado por los neurocientíficos Antoine Lutz y Richard Davidson, han sido publicados en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.
Hasta ahora fenómenos como la paz interior y la serenidad adquiridos a través de la meditación se interpretaban recurriendo a fuerzas metafísicas. Hoy, gracias a este estudio, los efectos de estas prácticas se han 'traducido' al lenguaje científico. Los monjes budistas que llevan largo tiempo practicando meditación presentan una gran actividad en una zona determinada del cerebro, justo detrás de la parte izquierda de la frente, en la corteza prefrontal izquierda.
En cambio este área no presenta casi actividad en los individuos que no practican meditación, aunque sí está 'viva' con más frecuencia en aquellos que tienen un carácter optimista y poco ansioso.
"Hemos observado que los monjes que llevan meditando largo tiempo registran una actividad en esa parte del cerebro realmente alta", explica Richard Davidson, integrante la investigación, que se desarrolla en el Laboratorio de Imagen Funcional del Cerebro y Comportamiento.
Asegura que alcanzar un grado de actividad cerebral tan alto en ese área requiere un entrenamiento, al igual que los jugadores de tenis, por ejemplo, mejoran con la práctica en la ejecución de este deporte.
Monjes y estudiantes
Todo comenzó cuando en 1992 el Dalai Lama invitó al doctor Davidson a su casa en Dharamsala, en la India. Este psicólogo lleva largo tiempo desgranando los secretos del comportamiento del cerebro; algo que llamó la atención del Dalai Lama. Los monjes budistas cuentan con una tradición centenaria de meditación y recogimiento y la curiosidad llevó al Dalai Lama a proponer al investigador el estudio del cerebro de los monjes de su comunidad.
Ocho de los monjes más duchos en la meditación se prestaron como voluntarios para la investigación de Davidson. Son monjes que han practicado la introspección durante un tiempo estimado de 10.000 a 50.000 horas, durante un tiempo que oscila entre los 15 y 40 años. El grupo de control lo constituyeron 10 estudiantes sin experiencia previa en el arte de la meditación a los que instaron a dedicar una semana de 'entrenamiento' a la contemplación.
Colocaron una red con 256 sensores eléctricos en la cabeza de los monjes y de los voluntarios y se les animó a meditar durante un rato.
Los datos registrados por la red de sensores en los monjes budistas fueron impresionantes. "La amplitud de las ondas gamma recogidas en algunos de los monjes son las mayores de la historia registradas en un contexto no patológico", indican en el atículo.
La altísima amplitud de estas ondas -que están asociadas con la capacidad para prestar atención y el aprendizaje- tiene su explicación en la suma de las que emiten las diferentes neuronas. Durante la meditación, los monjes conseguían poner en fase (sincronizar) un número de neuronas muy elevado.
Un cerebro cambiante
La versión más aceptada hace unos años sobre el desarrollo de nuestro cerebro indicaba que las conexiones neuronales se fijan cuando somos bebés y niños y no varían durante la edad adulta. Pero en la última década, las nuevas técnicas de neuroimagen han permitido observar cambios en las conexiones neuronales habituales durante la edad adulta y se ha comenzado a hablar de la llamada 'neuroplasticidad' o continuidad del desarrollo cerebral durante la edad adulta.
Hoy en día, multitud de estudios constatan que el cerebro no es estático sino que cambia dinámicamente a lo largo de la vida del hombre.
En opinión de estos científicos, los resultados del estudio indican que el cerebro, con un correcto entrenamiento, puede desarrollar funciones y conexiones neuronales nunca imaginadas.
A pesar de todo, el Dalai Lama, al que le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz en 1989, no cree que los científicos puedan explicar el nirvana. "La ciencia puede desvelar que ciertas técnicas podrían ayudar a distinguir los porqués de una vida feliz o una miserable, pero la comprensión profunda de la naturaleza de la mente sólo puede alcanzarse a través de la meditación", asegura.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2005/01/13/neuropsiquiatria/110561450...
La meditación puede cambiar el cerebro
La ciencia comprobó que quien la practica tiene más materia gris
Tesy de Biase
Para LA NACION
Desde que la meditación ingresó en el diccionario médico de la mano del Dalai Lama, la ciencia ha podido corroborar la eficacia terapéutica de esta práctica, de aspecto tan inocente que en la actualidad se aplica tanto para vencer el odio como para controlar un cuadro de ansiedad o de hipertensión arterial.
El hallazgo más reciente sobre el poder de la meditación proviene del Laboratorio de Neuroimágenes de la Universidad de California, Estados Unidos. Allí, la investigadora Eileen Luders demostró que meditar no sólo produce cambios en el funcionamiento cerebral de los meditadores, sino que también los genera en la estructura misma del cerebro.
"Los meditadores tienen más materia gris en las zonas del cerebro relacionadas con el control de las emociones", comentó a LA NACION la doctora Luders, que inaugura con sus palabras una plataforma común entre ciencia y meditación. Al hacerlo, facilita el salto hacia otro discurso. Por ejemplo, el que presentó en su visita a Buenos Aires el monje tibetano Khenpo Sangpo Bodh.
Con su típico atuendo, este doctor en filosofía llegó a Buenos Aires proveniente del Instituto de Altos Estudios Budistas Khamgar Druk College Dharmakara, ubicado en la comunidad tibetana de Tashi Jong, en el norte de la India, para difundir el poder transformador de la meditación.
Khenpo propone transmutar las emociones destructivas a través de la disciplina y el control de la mente. El resultado prometido: nada menos que la disolución de la violencia y ese efecto dominó que tan bien conocía Mahatma Gandhi, cuando conmovió al poderío colonial británico poniendo una y otra vez la otra mejilla.
¿De dónde proviene el poder para alcanzar semejante transformación? "De la meditación", sintetiza con certeza inconmovible.
"Es una herramienta de autoconocimiento y el antídoto contra todas las emociones destructivas". Y cuando dice todas, el optimista lama piensa en las 84.000 (sí, ochenta y cuatro mil) emociones negativas que según las escrituras budistas se desprenden de las básicas: ira, apego (posesivo), orgullo, envidia e ignorancia (opacidad). Con tantos miles de enemigos, el camino hacia la felicidad parece arduo. Y lo es. No se trata de querer y poder, sin más, admite el maestro: hay que transitar un largo entrenamiento que conduce a la transformación interior.
"Meditar permite liberarnos de las fuerzas negativas que nos hacen sufrir", sostiene. Y ofrece la receta de la transmutación emocional positiva para amateurs : "Hay que empezar por la a. El primer paso es reconocernos a nosotros mismos y observar el contenido de nuestra mente, preguntándonos a qué responden esas emociones negativas". Para ver con claridad Khenpo -como lo llaman sus seguidores- sugiere algo tan sencillo como sentarse y relajarse, lo que parece sencillo, pero no lo es tanto.
"Cuando la gente vive con intenso movimiento, tiene dificultades para encontrar calma, pero la mente es como el agua: si se mueve, no permite ver el reflejo de la luna y las estrellas en su superficie; en cambio, cuando está limpia y calma, en pocos minutos trasluce lo que hay en la profundidad y refleja todo. Cuando una persona está habituada al movimiento excesivo, ni siquiera sabe quién es. Yo les digo que se sienten en silencio y que miren en su mente."
El siguiente movimiento responde a uno de los ciclos de las enseñanzas de Buda: rechazar las emociones negativas como si fueran un alimento envenenado. Sin contemplaciones, la propuesta apela a un acto firme de disciplina y voluntad, que se traduce en tolerancia cero con ese odio o envidia que carcomen la paz interior. El maestro budista lo describe como una purificación de los componentes tóxicos de la mente.
Y el tercer momento es el de la transformación liberadora, una reconexión desde la calma, que tampoco se dirige hacia el exterior pero tiene efecto sobre él. La herramienta principal es la práctica de alguno de los distintos tipos de meditación que, básicamente, combinan relajación mental con ejercicios de respiración. La forma más reconocida es focalizar la mente en un objeto exterior, que pueden ser una luz o una imagen. Aunque el maestro recomienda seis prácticas diarias, reconoce que con una al levantarse, antes del desayuno, también se obtienen resultados pacificadores sobre la mente.
"Cuando cambia la mente cambia todo, no solo porque se ve al mundo de otra manera sino porque el cambio de uno provoca cambios en los demás. Para terminar con el odio y las emociones destructivas no podemos usar el odio y las emociones destructivas. No podemos matar a una persona como medio para lograr que esa persona deje de matar. Por la fuerza no se alcanzan los cambios. Buda nunca usó armas. Tampoco Cristo ni Mahatma Gandhi ni la madre Teresa de Calcuta. La paz y la transformación de las emociones negativas se alcanza por medios pacíficos, como la meditación, que es un instrumento de transformación interior".
http://www.lanacion.com.ar/1278870-la-meditacion-puede-cambiar-el-cerebro
"Quienes meditan tienen más materia gris"
entarse a pensar en nada frente a una vela encendida resulta tedioso, inútil y hasta ridículo para la mayoría de los occidentales. Sin embargo, hoy esta práctica de aspecto tan inocente es reconocida por la medicina convencional como una estrategia terapéutica alternativa para doblegar cuadros tan disímiles e indomables como el estrés y la ansiedad, la hipertensión, la migraña o las complicaciones cardiovasculares.
Unos años atrás, distintos investigadores del campo de la neurología, como el famoso Daniel Goleman, dieron un paso más con el consentimiento del Dalai Lama. Así, distintos monjes budistas entrenados en el arte de la meditación fueron estudiados bajo la lente de los resonadores nucleares de última generación. Las imágenes que evidenciaron diferencias en el funcionamiento cerebral de los meditadores dieron la vuelta al mundo y desde entonces las investigaciones se multiplicaron.
El último capítulo de este escrutinio científico sobre una práctica milenaria lo escribió un equipo del Laboratorio de Neuroimágenes de la Universidad de California, Estados Unidos. Con tecnología de última generación los científicos compararon los cerebros de 44 personas: 22 de ellas sin antecedentes de meditación y 22 con un entrenamiento en esta práctica milenaria que osciló entre los 5 y los 46 años, con un promedio de 24 años practicando alguna de las múltiples formas de meditación.
Esta vez, los científicos se centraron no ya en los efectos de la meditación sobre el funcionamiento cerebral, sino en su influencia sobre la estructura misma del cerebro. Eileen Luders, autora del estudio publicado en la revista Neuroimage , explica sus asombrosos hallazgos: "Los meditadores tienen más materia gris en aquellas zonas del cerebro relacionadas con el control de las emociones".
¿Cómo llegan los meditadores a generar más materia gris? "Al igual que cuando alguien entrena sus músculos, algunas áreas del cerebro deben crecer cuando las usas intensamente", arriesga la investigadora.
La materia gris es el tejido encargado de procesar la información que la materia blanca transmite. Una hipótesis sencilla -que probablemente la ciencia tarde años en confirmar-es que a mayor materia gris, mejor desempeño cerebral. Desde Los Angeles, Luders sostiene: "La mayoría de los meditadores tienen habilidades sobresalientes con respecto a la autorregulación de sus emociones; es para ellos más fácil mantener la estabilidad emocional y tener un comportamiento centrado, tal como elegir con sabiduría sus respuestas o reacciones. Además, los meditadores son reconocidos por su extremadamente positiva mirada sobre la vida; es habitual para ellos ver, en lugar de la parte vacía, la mitad llena del vaso".
http://www.lanacion.com.ar/1278792-quienes-meditan-tienen-mas-materia-gris
Me gustan mucho estas palabras del Dalai Lama sobre la ciencia...
(...)Si la ciencia comprueba que alguna creencia budista es incorrecta, entonces el budismo tendrá que cambiar. Mi punto de vista es que la ciencia y el budismo comparten una búsqueda de la verdad y el entendimiento de la realidad. Al aprender de la ciencia sobre los aspectos de la realidad, donde su comprensión puede ser más avanzada, creo que el budismo enriquece su propia visión.
Por muchos años, por mí mismo y con el Instituto Mente y Vida, el que ayudé a fundar, he tenido la oportunidad de reunirme con científicos para discutir su trabajo. Científicos mundiales me han instruido generosamente en la física subatómica, la cosmología, psicología y biología.
Sin embargo, son nuestros análisis de la neurociencia, los que han probado ser particularmente importantes. A partir de estos intercambios surgió una vigorosa iniciativa por la investigación, una colaboración entre monjes y neurocientíficos para explorar cómo la meditación puede alterar la función del cerebro.
El objetivo aquí no es probar que el budismo es correcto o incorrecto – ni acercar a las personas al budismo -, sino sacar estos métodos del contexto tradicional, estudiar sus potenciales beneficios y compartir los hallazgos con cualquiera que los considere útiles.
Después de todo, si las prácticas de mi propia tradición pueden unirse a los métodos científicos, entonces podemos dar otro pequeño paso hacia el alivio del sufrimiento humano.(...)
Dalai Lama.
http://www.dalailama.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=27&Ite...
Tras los altos muros de la prisión de máxima seguridad de Donaldson, en Alabama, viven más de un millar de hombres, todos ellos peligrosos criminales que cumplen cadena perpetua en una cárcel de la que nunca podrán salir. Pero para algunos de estos presos esta situación se ha hecho más soportable gracias a la puesta en marcha en el correccional de un programa basado en técnicas de meditación budista o Vipassana. Les presentamos este magnífico documental que nos aproxima a las historias de 36 reclusos que deciden someterse a este proyecto sin precedentes, entregándose a él emocional y mentalmente. Sobrepasamos los muros de esta prisión de máxima seguridad para acompañarles durante los diez días que dura el programa de meditación silenciosa. En este tiempo veremos cómo los reclusos logran manejar sus sentimientos de rabia e intentan sobrellevar su vida tras las rejas. Además el documental se cuestiona sobre si el método de castigo de las prisiones es realmente efectivo o si, por el contrario, existen modos de rehabilitar a estos hombres.
Anapanasati: meditación en la respiración
Gratis en formato digital (descargar)
Reseña:
La meditación en la respiración es la técnica de meditación fundamental del budismo. Según la tradición es la práctica que hacía de Buda cuando alcanzó la iluminación. La descripción más antigua de esta meditación es el Anapanasati Sutta. (El sutta de la atención a la inhalación y la exhalación).
Sin embargo, leyendo el sutta original sin conocer los comentarios tradicionales de la tradición Theravada es imposible saber poner en práctica la meditación. En este libro corto Nauyane Ariyadhamma, un bikkhu Theravada, nos explica como practicar la meditación descrita en el sutta.
Aunque es siempre recomendable aprender la meditación con un maestro experimentado, este texto da unas indicaciones para comenzar una práctica.
http://www.librosbudistas.com/libro/anapanasati-meditacion-respiracion
Me voy a comprar fruta...
@Nekete, te habras quedado a gusto , no?...jajjajajajaja...
Os recuerdo que el próximo sábado haremos una meditación en grupo en el restaurante Suda a la 19:30 h. El tema a debatir es: "¿Influye la alimentación y la bebida en la alteración de lso estados de conciencia?". Se llevarán a acabo experimentos prácticos.
Sí, Kensen, un mensaje más y alcanzo la iluminación :)
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