Sobre el mapa, Ko Phangan no destaca. La isla apenas ocupa 168 kilómetros cuadrados y, aparentemente, no cuenta con atractivos naturales. Ni espectaculares arrecifes de coral, ni frondosas junglas para los amantes del senderismo. Ni siquiera sus playas llaman la atención. En el Golfo de Tailandia es fácil encontrar alfombras de arena blanca bañadas por un impresionante abanico de tonos verdes y azules, pero ninguna es capaz de competir en popularidad con la insípida Haad Rin, la misma que acogía a los protagonistas de 'La Playa', la película de Danny Boyle, protagonizada por un Leonardo di Caprio que perdía allí la cabeza como lo hacen muchos otros en la realidad.
Pero el tirón de la playa más famosa de Ko Phangan, que todas las agencias de viajes de Tailandia y muchas extranjeras destacan en sus escaparates y folletos promocionales, tiene poco que ver con el éxito del filme. Para hacerse una idea de cuáles son las razones que han provocado este éxito, cifrado en un aumento del número de visitantes del 20% anual, basta con leer la advertencia que distribuye a sus viajeros la compañía que explota las rutas marítimas más rentables del país, que unen Ko Phangan con la vecina Ko Samui y con la ciudad de Surat Thani: «No lleve más dinero del que vaya a gastar, deje su pasaporte en el hotel y haga fotocopias, no se olvide de la póliza del seguro, y recuerde que el tráfico de droga está penado con la muerte en Tailandia».
Desafortunadamente, pocos hacen caso y muchos pagan caro las consecuencias. Quizá ese también sea uno de los elementos que han ayudado a que la popularidad de la isla crezca como la espuma y alcance ya el grado de leyenda. Porque, como reconocen algunos de sus hosteleros lejos de los oídos de las autoridades, la sensación de peligro es un magnífico reclamo que exacerba la imagen salvaje del lugar.
En Ko Phangan no se andan con chiquitas. Las litronas son para los pusilánimes. Aquí los cubatas y los gintonics se sirven en baldes y la cerveza en tanques de tres o cinco litros. Todos los días son fiesta, pero las noches de luna llena, como la de hoy, se vive una catarsis sin precedentes. Las 'Full Moon Parties' de Haad Rin son el no va más. 3.000 participantes se consideran un fracaso; en temporada alta, de noviembre a febrero, el éxito comienza a partir de los 15.000. Y, según los responsables del Drop-in Bar, el establecimiento que se vanagloria de ser el lugar en el que se originó todo, el récord está pasados los 35.000 fiesteros, lo cual convierte a Ko Phangan en el escenario de la mayor congregación playera del mundo.
La noche de la luna llena es larga, muy larga, y la pintoresca fauna de la isla al completo está en alerta: la Policía embutida en trajes marrones que marcan paquete, los precarios servicios sanitarios que tienen que contratar personal extra, las farmacias que ofertan pastillas para la resaca, los traficantes que se exponen a que les corten el pescuezo, las prostitutas que hacen acopio de condones y van a la peluquería y, sobre todo, los hosteleros, que se frotan las manos porque todos los meses son agosto.
De la arena al hospital
Los bungalows en primera línea de playa triplican sus precios, pero no importa. Jóvenes y no tan jóvenes de todo el mundo llegan ávidos de juerga sin límites. «Esto es mucho mejor que Ibiza», proclama tras su quinta cerveza un alemán cuarentón que llegó a Ko Phangan para un par de días y ha encadenado ya varios ciclos lunares. Muchos piensan como él. Susan y Karen Franck, dos esbeltas gemelas británicas de 18 años, se han lanzado a la aventura en su verano de transición hacia la universidad. «Íbamos a visitar España porque el vuelo es muy barato. Pero al final decidimos venir a Tailandia porque lo que ahorramos en hoteles, comida y, sobre todo, en bebida, compensa. Y esto es mucho más exótico».
El gerente de Haad Rin Resort confirma la tendencia. «Cada vez recibimos visitantes más jóvenes de Europa, Estados Unidos y Australia». Y estos son el mayor quebradero de cabeza del hospital psiquiátrico Suan Saranrom, donde se atiende a las víctimas de los psicotrópicos que hacen furor, y las sobredosis de yaba, las drogas sintéticas 'made in Thailand' que combinan cualquier sustancia en polvo.
Nadie sabe exactamente cuál es el origen de esta fiesta que ha supuesto el brutal desarrollo urbanístico de lo que antes era un paraíso del relax para mochileros. La versión más extendida cuenta que, allá por 1987, unos amigos decidieron celebrar el cumpleaños de uno de los suyos, que coincidía con la luna llena. Tuvo tal éxito que decidieron repetir. Y vaya si lo hicieron. El evento ha dado a luz otros similares para mantener vivo el flujo de visitantes a lo largo del mes, y para que también se beneficien de la marca Ko Phangan el resto de playas de la isla. Las fiestas de la media luna se celebran en la franja de arena de Ban Tai, y la 'Black Moon Party' tiene ya un carácter insular.
A las cinco de la tarde comienza el zafarrancho de combate. Los chiringuitos que manejan el cotarro extienden potentes equipos de sonido a lo largo de la playa, los DJ's llegados de los cinco continentes prueban sus habilidades con los diferentes ritmos de la noche, desde 'hard rock' hasta 'psy-trance'. En el ambiente ya flota el olor del queroseno que hará de la 'Full Moon Party' un jolgorio de fuego.
Fuego y sexo
El pueblo se despereza y los restaurantes, que proyectan sin descanso 'La Playa' en pantallas gigantes, se llenan de escuetos bikinis y torsos desnudos que se inflan de hamburguesas y riegan el estómago con generosas dosis de cerveza tailandesa.
Poco a poco, la arena va desapareciendo bajo toneladas de carne humana, botellas y baldes de colores chillones. Con la caída del sol se apagan las motos de agua y rugen los altavoces. En las carreteras se disponen estrictos controles policiales para extorsionar a los turistas que viajan sin casco en motocicleta, pero a nadie parece importarle que niños y niñas que mañana tienen que estar en la escuela disfruten de las bebidas ofrecidas por gente que ha dejado sus escrúpulos en casa. Para eso viajan a Tailandia.
De repente, alguien enciende un mechero y ya no hay quien detenga el fuego. ¿Quién necesita focos cuando se puede disfrutar de todo tipo de artilugios bañados en queroseno? Los clásicos malabaristas se llevan la palma, pero también está la 'comba de fuego' que, en un principio solo saltan los más osados y, según avanza la noche, quema a los más borrachos.
A las tres de la madrugada el alcohol ya surte el efecto que esperaban con ansiedad las jóvenes prostitutas que pululan por Haad Rin en busca de testosterona incontrolable. Amy tiene buen ojo para elegir a su presa. Se desmelena junto a un anglosajón al que le queda poca piel por tatuar. Se sube el niqui púrpura hasta la frontera, y deja que el minipantalón caiga lo suficiente para que el tipo no pueda quitar la vista de su tanga. El turista hace un cálculo mental. 20 euros: un polvo rápido o cuatro baldes de gintonic. A estas alturas el sexo le gana la partida al alcohol. Para practicarlo están los rincones que solo iluminan los fuegos artificiales.
El sexo es la droga más dura que se puede encontrar actualmente en Haad Rin. Para el resto hay que rascar en las fiestas paralelas que pequeños grupos mucho más extremos llevan a cabo en calas ocultas a la vista de los uniformes marrones. Solo se accede con invitación. «Hay que tener cuidado porque la 'secreta' está por todas partes», asegura un joven tailandés que solo pasa marihuana. Y todos quieren acabar comatosos sobre la arena de Ko Phangan cuando a las once de la mañana caiga derrengado el último DJ. Nadie quiere una habitación con rejas en el Bangkok Hilton.
Fuente: el diario LAS PROVINCIAS de fecha 15-6-11
¡Que asco! No se si es porque me dan por saco los colgaos embrutecidos por los petas y el alcohol o porque ya empiezo a ser mayor y simplemente no les entiendo. ¡Que desperdicio de peña! ¡ Supongo que alguno habrá que merezca la pena, entre toda esa chusma, no digo que no, pero que triste es que para divertirse esos tontolabas se tengan que desfasar hasta esos niveles!
Yo he estado hay, y realmente me lo pase bomba. Lo malo es que no recuerdo ni la mitad y apareci en medio del monte cotonte, en el trecho de al lado de la carretera sangrando. El ultimo recuerdo que tengo es estar en una de esas camionetas taxi, y intentar levantarme un poco para cojer el pakete de tabaco que tenia en el bolsillo de atras. Aparentemente en una de las curvas sali volando y nadie se dio cuenta. Aun asi, me parece mejor la fiesta ke hay en los San fermines que en Kho pangan.
Pero bueno es una historia mas para contar! :) y como dicen, que me kiten lo bailao!
Design is the application of intent, the opposite of happenstance and an antidote to accident.
¡Luís, ya puedes ponerle una velita a San Fermín! ¡Capaz de haberte matao! Supongo que ibas en un Song-teo una furgoneta taxi, ¡A saber como iría el cabrón del taxista para perder un cliente y no enterarse, y el resto de los clientes!, ¿Joder estaban todos en coma? ¡Dios, no te digo! ¡Ves lo que quería decir con lo del desperdicio, un tío majo como tu, con esa gran capacidad de relación ¿Y si te llega a pasar algo???
En San Fermín la gente también se pasa cantidad, un chaval madrileño, como es costumbre en Pamplona, saltó de la fuente de Navarrerías para que la masa congregada por los alrrededores le recogiera, se aparteron y calló a los adoquines, resultando de la gracia, quedó tetrapléjico.
Beber y divertirse es una cosa, cocerse hasta perder el control quedándote a la deriva es otra bien distinta.
Hay gente pa to...
@saiti a ver si vas a cambiar pattaya por la isla de marras esta!!
@Jesus, pues mira ke pa subirse a la fuentecilla ke ya se sabe ke no te van a cojer... y yo empeze a correr en los san fermines cuando tenia 14 hasta los 20 uno de los toros me escachuflo contra la pared y protegiendome la cabeza el toro me saco el hueso de el brazo izquierdo. Me han atropellado 5 veces ( jamas y por suerte me he roto nada) , me he caido por la montania y roto costillas y la mandibula, roto la nariz dos veces, he perseguido un queso por una pendiente en inglaterra, y lo de kho pangan.. y todo eso sin ponerle velitas a san fermin :)
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Luís:
¡Uno puede ser alocado en la vida un tiempo limitado, que luego las roturas de hueso pasan factura!
Llegado a una edad, se disfruta mucho más de las cosas sencillas que incurriendo en riesgos innecesarios.
Si tu todavía estás en esa etapa del riesgo, no es recomendable jugártela cocido, que parece que controlas, pero solo es una ilusión. Si te arriesgas, hazlo en plena forma.