Cultura occidental vs cultura asiatica

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"La invención del amor

Si usted piensa que el amor no tiene edad, es eterno, ciego, incondicional e incorrupto, sepa que todos estos conceptos no son universales ni naturales. ¿Por qué? ¿Será que hemos vivido en el engaño?

De pronto que se acerca un caballero, su pelo ya pintaba algunas canas. Me dijo: le suplico, compañero, que no hable en mi presencia de las damas.

«Mujeres Divinas», Martín Urieta

¿Qué pensaría usted si le digo que la mayor parte de las prácticas amorosas, entre ellas las más melosas y tradicionales, las que algunos sentimos sexistas y otros corteses, las que van desde el cortejo a la mujer, las flores, la búsqueda de la amada, el tratamiento privilegiado —«primero las damas»— hasta las maneras gentiles y atentas, la preservación de la virginidad, el adulterio velado, los mensajes cifrados y las relaciones extramaritales, son un mero invento del siglo XII?

A partir de este siglo, la cultura occidental «empieza a entender el término amor en un sentido muy distinto de como lo había hecho anteriormente»1, se crean términos de conducta vigentes hasta nuestros días— que a un ciudadano de la Roma imperial le habrían parecido absurdos y a un hombre del lejano Oriente, poco menos que incomprensibles. La idea del amor y el enamoramiento que hoy tenemos, que vemos en las telenovelas, en las novelas rosas de Corín Tellado y, sobre todo, en celebraciones como la de San Valentín —con sus cajas de chocolates, sus ositos de peluche, sus joyas en caja y sus tarjetitas— derivan de esa añeja tradición medieval.

La mujer en el medioevo

Durante la Edad Media, el papel y la imagen de la mujer atravesaron por diversas concepciones —no olvidemos que es un periodo de diez siglos—: primero, por la visión misógina de los padres de la Iglesia como San Antonio, San Jerónimo y Santo Tomás de Aquino, quienes la consideraban «soberana peste, puerta del infierno, amor del diablo, deficiencia de la naturaleza, larva del demonio o flecha del diablo»; luego, este desprecio cambió al instaurarse la imagen de la Virgen María —la madre de Dios y sus dones: virtud y maternidad— como modelo a seguir para las religiosas y las doncellas; y por último, entró a juego una tercera concepción que vinculó  a la mujer con la redención de los pecados: la de María Magdalena, con quien la imagen de lo femenino se hace real —sin ser demonio ni santa— y más humana, una pecadora que se puede salvar como cualquier hombre, más asequible, más real.
Bien lo dice Alberto Hurtado: «lo que nos relata Dante en La divina comedia, donde nos muestra tres espacios diferentes, pero conjeturados entre sí: el infierno, Eva; el cielo, María; y el purgatorio, Magdalena».2

Enlaces pactados

Por otro lado, recordemos que a los miembros de las familias aristocráticas se les preparaba desde la infancia para aceptar que estaban destinados a un matrimonio concertado,3 en cuyas negociaciones no podían influir. Se pensaba que las circunstancias, la inteligencia de los esposos, la habilidad de sus familias y la discreción de los personajes de la Corte contribuirían al éxito de un matrimonio; pero la mayor parte de las veces la sumisión y la aceptación absoluta de esta costumbre hacían que los contrayentes vivieran una realidad conyugal atroz, distante, ajena o, simplemente, aburrida. Esto provocaba que la mujer «malmaridada» —común en la época feudal— buscara alternativas a su desdicha y muchas veces las encontrara en los amores secretos, prohibidos e imposibles de los sigilosos caballeros.

De guerrero al caballero

Por su parte, el hombre medieval también sufriría una transformación en su comportamiento social. Aquél que por necesidad se convierte en guerrero para formar parte del estamento superior de la sociedad sigue un proceso evolutivo que lo lleva de un «salvaje cubierto de hierro» a un caballero4 refinado con una codificación de su conducta bélica y cotidiana, en sus maneras y en sus gustos. Aquellos combatientes que participaban en batallas durante los primeros siglos de la Edad Media, después de ir a las Cruzadas y tener un contacto cultural y el conocimiento de una sociedad más refinada,5 poco a poco modifican su comportamiento. Así, las buenas maneras, la generosidad y el refinamiento son entonces tan o más importantes que la habilidad con las armas y el valor, tanto en la Corte, como en la convivencia de hombres y mujeres, o en las fiestas y torneos.

El amor feudal

En este contexto, en el Languedoc6 de fines del siglo XI apareció una nueva concepción de la relación amorosa, que se llamó fin’amor y se expresó especialmente a través de la poesía de trovadores y juglares —lírica, artificiosa y enigmática7—, posteriormente se extendió a toda Europa y, en siglos posteriores, a todo el mundo occidental.

Esta concepción expresa una forma de amor cuyas características básicas son el servicio a la dama, la cortesía en las formas, el adulterio y el amor secreto. Algo así como un «feudalismo amoroso», como bien dice Aurelio González, donde el amante es el siervo o vasallo de la dama—y muchas veces se dirige a ella como midonz —«mi señor», «mi don»—. Sus virtudes son la obediencia y la aceptación; asimismo, el rito iniciático y los rituales caballerescos8 son acciones que el amante debería realizar con su amada, y lo que lo convierte en caballero porque es capaz de amar, y es el amor el que lo hace cortesano,9 lo que le da luz y le permite continuar.

Amor real, no platónico

Pero este fin’amor —amor cortés, servil, feudal o caballeresco, como le queramos llamar— no era, como se piensa erróneamente, ideal o platónico. La mujer se ha idealizado, pero es alcanzable. El enamorado ambiciona llegar al fach o fait,10 —es decir, el acto amoroso—, aunque no siempre lo logra y a veces tiene que contentarse con escarceos, promesas e incluso con el coitus interruptus, pasando por todas las etapas previas, esas que señalan algunos tratadistas latinos medievales: visus —miradas—, alloquium —exhortación—, contactus —contacto—, basia —besos—, y factum —acto amoroso.
Este tipo de relación amorosa exigía la discreción absoluta de los amados y los amantes, por lo que el nombre de la dama además nunca se deberá hacer público por ningún motivo, bajo pena de cometer una félonie —infidelidad— que evidentemente haría indigno al caballero.11 El marido no debe saber del amor de su mujer ni de su enamoramiento —recordemos que el adulterio femenino no se consideraba igual que el masculino, ya que la honra del hombre era depositada en la mujer por vía del padre que la entregaba en matrimonio—, su infidelidad se busca y se condena. De hecho, Ginebra, la esposa del rey Arturo, fue una heroína porque supo ser mujer del gran héroe y a la vez desafiar su condición enamorándose de Lanzarote, caballero e ideal amoroso.

Los principios del amor

Los principios del fin’amor o amor cortés aparecen recogidos y sistematizados en el De arte honeste amandi, Ars amatoria, o De amore, de Andreas Capellanus, obra que incluye un manual de cortesía acerca de cómo se adquiere y conserva el amor, y los fallos de las Cortes de Amor, formadas por damas de alto rango como Leonor de Aquitania.12 Entre los principios rectores más importantes están:

  • El amor no es posible en el matrimonio porque no existe libertad.
  • Es insensato que la dama que no ama exija ser amada.
  • Es indigno emplear un intermediario en asuntos de amor.
  • Nada impide a una mujer ser amada por dos hombres, ni a un hombre por dos mujeres.
  • El verdadero amante siempre está absorbido por la imagen de la amada.
  • No tiene ningún valor lo que el amante obtiene sin el consentimiento de la amada.
  • El amor rara vez dura cuando se le divulga demasiado.

El fin del amor

Al intentar explicar por qué se construyó o se inventó el amor cortés y la lírica trovadoresca algunos han rastreado la presencia mal interpretada de Ovidio y su Ars amatoria; sin embargo, como nos dice González, «la ironía, el interés y el realismo de sus planteamientos sobre el amor contrastan con la seriedad e idealización del tratamiento medieval». Asimismo, este tipo de exaltación sentimental, esta práctica semisecreta, idealizada y tierna es, sin duda, una evasión de la realidad conyugal y cotidiana de entonces, una reacción de escape ante un tipo de vida que no ofrecía muchas posibilidades, como podía ser la vida de la mayoría de los caballeros y de las damas mal casadas que recibían pocas atenciones por parte del marido, ya sea por diferencia de edad, por ausencia —los maridos solían partir a la guerra— o por indiferencia.13

Por otra parte, en el amor cortés muchos han encontrado visos de sexismo, ya que transforma a la mujer en un ser pasivo, lo cual dará lugar a normas misóginas —como la limitación del campo de acción de la mujer al ámbito de la casa— que se volverán habituales. Pero, a la vez, en esa búsqueda del amor podemos ver antecedentes de una mujer que se ve a sí misma, que se reconoce y que logra tener un desarrollo discursivo fuera del ámbito doméstico.
Lo que es un hecho es que este modelo creado en Occitania en el siglo xii sobrevivió y aún pervive en ciertas formas de cortesía y de relación —de ficción, de cine y de hecho— en nuestros días. González nos dice: «De muchas formas, la dama y el caballero se siguen ocultando dentro de cada uno de nosotros, y aparecen en los momentos más insospechados». Y eso sigue siendo cierto, ¿o no? *"

Fuente : http://algarabia.com/65/la-invencion-del-amor/


isitus (no verificado)

NOta al pie: "Tarscila Pérez de Yturbe es profesora de la Universidad de La Laguna en Tenerife, Canarias. Ha estudiado el amor cortés desde el punto de vista histórico —no así literario—, y por ello cree firmemente en que su influencia en la actualidad es mucha, aunque tiene la esperanza de que en algunas décadas no sea tanta. Sin embargo, confiesa que tiene guardadas muchas cartitas de amor que le han escrito, incluyendo algunas perfumadas y otras con mechones de pelo".

Tengo que confesar que también tengo un mechón de pelo de mi primer novio por una circunstancia fortuita y que le vendría bárbaro ahora que está casi pelado! ajjaj

Creo que lo que se considera galantería también va cambiando con la edad de la personas y con el sector social al que pertenecen.

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En mi post anterior he puesto las primeras paginas del libro "Asian Honor: Overcoming the Culture of Silence" escrito por Sam Louie,psicoterapeuta chino criado en EEUU.

Esta en ingles, se que da palo pero merece la pena leerlo y perder unos minutos en ello.

PD : Son las primeras 25 paginas del libro, muy reveladoras por cierto.

 

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