Un país dividido. La incertidumbre sobre el futuro de la monarquía. El deterioro de una democracia que cada vez lo es más sólo en apariencia.
Tailandia celebra este domingo elecciones con el convencimiento de que no resolverán ninguno de los problemas que mantienen al país inmerso en una grave crisis política e institucional desde hace cinco años.
Las dos facciones políticas enfrentadas celebraron el viernes por la noche sus últimos mítines después de una campaña sin apenas incidentes y que sin embargo provoca aprehensión por lo que pueda pasar cuando se abran las urnas.
La victoria se disputa entre bandos irreconciliables: por una parte el Partido Demócrata, apoyado por la elite tradicional, los monárquicos y el Ejército. Por el otro la formación Puea Thai de Yinluck Shinawatra, hermana del ex primer ministro exiliado Thaksin Shinawatra y representante del movimiento populista y mayoritariamente rural de los camisas rojas.
Thaksin fue depuesto en un golpe de Estado en 2006 entre acusaciones de corrupción -fue condenado a dos años y permanece fugitivo- y tras ser visto como una amenaza para la monarquía y la aristocracia que ha dirigido el país desde hace décadas. Los dos gobiernos bajo su tutela que le sucedieron fueron apartados del poder y sus seguidores desalojados violentamente de las calles de Bangkok el año pasado. La acción del Ejército costó la vida a 92 personas, en su mayoría civiles desarmados, y puso fin al encierro de la oposición que había paralizado el centro comercial de la capital.
El papel de los generales
Las encuestas indican que nada de lo sucedido en los últimos años ha disminuido la popularidad de Thaksin, cuya hermana lidera todos los sondeos. La duda es si su Puea Thai logrará una mayoría suficiente para formar gobierno y si los generales aceptarán el resultado. El jefe Ejército tailandés, Prayuth Chanocha, ha garantizado su neutralidad a la vez que enviaba mensajes aconsejando a los tailandeses que voten a a "la gente buena". Esto es: cualquiera menos Puea Thai.
La influencia que los militares ejercen en la política nacional, junto a los 18 golpes de Estado que el país ha vivido desde 1932, hacen temer la respuesta de Prayuth ante el posible regreso al poder de un movimiento al que acusa de deslealtad a la monarquía del rey Bhumibol Adulyadej, que tiene 83 años y lleva más de un año en el hospital.
El Gobierno y el Ejército han utilizado en los dos últimos años la justificación de defender al monarca para cerrar más de 60.000 portales de Internet, censurar medios de comunicación y arrestar a decenas de personas por supuestas críticas a la institución más venerada del país. El delicado estado de salud de Bhumibol ha llevado a las diferentes facciones políticas de Tailandia a tratar de posicionarse de cara a su sucesión.
Una humillación para el primer ministro
"Su majestad el rey ha expresado su deseo de que no se castigue a nadie", decía esta semana el general Prayuth. "Pero las ofensas [al rey] siguen ocurriendo y no sabemos cómo detenerlas".
Una victoria de los camisas rojas supondría una humillación para los militares y el primer ministro demócrata Abhisit Vejjajiva, un dirigente visto como débil que ha gobernado los dos últimos años sin mandato popular y con el apoyo de los generales. Su triunfo o su formación de un gobierno en minoría podrían devolver a los camisas rojas a la calle.
La victoria de Yinluck Shinawatra, que a sus 44 años carece de experiencia política alguna, sería contestada por las fuerzas que tradicionalmente han controlado el poder. En cualquier caso, Tailandia seguirá siendo un país profundamente dividido.
Fuente: El Mundo