Los reos en Malasia se creen abandonados

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Johor Bahru.- ¡Masuk! (¡Entre!)”, me ordena una voz femenina a través de los altavoces de la prisión de Ayer Molek, en la ciudad de Johor Bahru. Después de ser revisado por un policía para asegurarse de que no llevo contrabando, encuentro a los prisioneros 1453, 1455 y 1456 sentados al final de un largo pasillo, vestidos de morado, el traje carcelario en Malasia para los reos cuyo juicio aún no ha concluido. Quienes responden a esos números son José Regino, Luis y Simón González Villarreal, los hermanos sinaloenses en riesgo de ser condenados a la horca por narcotráfico, uno de los delitos que conlleva la ineludible ejecución bajo las leyes de este país. Nos separa una pantalla de plástico. Los hermanos me hacen señas para que levante un auricular empotrado en la pared. No han hablado español en años. La última vez fue cuando un familiar les visitó en 2008. “¿Usted es mexicano?”, preguntan los tres. “¿Qué hace aquí?” Les explico que he venido atraído por lo poco común de su caso. José Regino, de 36 años, es el líder. Simón, de 33, es el menor y quien más deprimido se ve. Luis, de 47, es el mayor, aunque el de menor estatura. En medio de reos indios y chinos, los tres resaltan. Se ven fuera de lugar. Y no sólo por el bigote tupido y la barba crecida. Están delgados y con grandes ojeras. “¿Cómo va su caso?”, pregunto. José Regino responde: “Muy mal. Estamos con mucha presión. El caso de drogas que nos quieren cargar tiene aquí pena máxima. Estamos preocupados. “El juez no cree en nosotros. Es muy duro”. Se refiere a Mohamed Zawawi, a quien se conoce como Juez soga por su dureza con las personas acusadas de narcotráfico. Simón salta a la conversación. “Esto es bastante feo. Tenemos miedo”. Los tres hermanos, detenidos en una zona industrial de Johor Bahru en marzo de 2008, en una redada de la Real Policía Malaya, saben que el delito que se les imputa puede llevarlos a la horca. Durante todo ese tiempo ha pendido sobre sus cabezas la amenaza de ser los primeros mexicanos en ser ejecutados así en Asia. Pese a todo lo que les rodea, los sinaloenses hacen el mejor esfuerzo por poner buena cara a su tragedia. “Oiga, ¿y cómo van las Chivas?”, pregunta José Regino. *** Una pregunta de Simón revela molestia. “¿En serio no saben nada de nosotros en México? ¿No hubo un comunicado? ¿El gobierno no dijo nada? ¿El embajador?”. Les respondo que no. Nadie sabe nada. Los tres voltean a verse. La noticia les cae pesada. Luis se lleva las manos a la cabeza. Es entonces que José Regino se queja de lo que siente ha sido una falta de ayuda por parte del servicio diplomático. “Yo pensaba que la embajada se presentaría a nuestro juicio en la Corte, pero no se han presentado ni una sola vez. Sólo el primer día fueron y ya vamos para tres años”, dice. “Estamos a la deriva”. Reflejo de qué tan poco conocen de la realidad legal de su caso, los tres fincan sus esperanzas en que si son encontrados culpables pueden eludir la pena de muerte y ser condenados a cadena perpetua en México, algo que dentro de las leyes malayas es imposible. Piensan que así podrían ser transferidos a una cárcel mexicana para purgar el resto de su sentencia. “Sí se puede, ¿no?”, inquiere José Regino. “Que nos manden a México, a una cárcel. Tengo el libro de la ley mexicana que dice eso. ¿Verdad?”. *** Simón habla poco. De los tres es el que más incómodo se ve. “Lo único que le puedo decir es que esta es una prisión muy dura. Para bañarnos tenemos que hacerlo con unos pocos jicarazos. Y para ir al baño tenemos que hacerlo en una cubeta que después tenemos que lavar. Nos tienen separados y sólo nos podemos ver una vez a la semana, cuando vamos a un grupo de oración cristiana”. Esa es una de las más crudas realidades de su confinamiento en Ayer Molek: por razones de seguridad, los hermanos González Villarreal han sido asignados a diferentes celdas, por lo que incluso la posibilidad de conversar entre ellos queda limitada. Luis se encuentra en una celda de cinco metros cuadrados con cinco compañeros: tres indios y dos malayos. José Regino comparte estancia con un chino y un malayo, con los que se entiende a señas. Simón hace lo mismo con dos musulmanes. Luis deja en claro que está aterrado. “Yo sí estoy bien triste. Ya me contaron cómo es la ejecución. Es un cuarto pequeñito, en donde nadie habla. Y después te cuelgan”. *** Ayer Molek es una de las prisiones más famosas de Malasia. Fue construida en el siglo XIX y por años ha sido sinónimo de la dureza del sistema penitenciario malayo. En la Segunda Guerra Mundial fue un campo de concentración dirigido por los japoneses, donde un número indeterminado de soldados aliados murieron. A principios de la década pasada fue clausurada y convertida en destino turístico. Pero el gobierno de Malasia decidió rehabilitarla para albergar a la creciente población de reos. Hoy concentra principalmente adictos y a prisioneros que no han sido juzgados. Como los hermanos González Villarreal. Ha sido la segunda prisión en la que han estado en Malasia: antes estuvieron en una de máxima seguridad, la cárcel de Kluang, a dos horas de distancia de Johor Bahru. Desde su detención no han sabido nada de México. Para ellos el tiempo se detuvo. Las reglas de la cárcel impiden el acceso de revistas, periódicos o internet. Ninguna noticia del mundo exterior se filtra por sus muros. Me piden contarles qué ha pasado en el país. —¿Cómo nos fue en el Mundial?, pregunta José Regino. —Nos eliminó Argentina. —¿Cómo está México? —añade Simón. —La guerra del narco lleva más de 34 mil muertos. —¡34 mil muertos! —exclaman los tres—. ¿A quién han agarrado? —A Nacho Coronel, a Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, a Arturo Beltrán Leyva... —¿Y al Chapo? —pregunta José Regino. —Sigue libre. Cuando les digo que ahora Sinaloa es gobernada por Acción Nacional ninguno lo cree. Peor cuando añado que es Mario López Valdez el nuevo gobernador. —¡Pero si es priista! —tercia Luis. Así de tanto han estado aislados de México. Ahora, si se confirma su culpabilidad, podrían ver sus días finales aquí, al otro lado del mar y del mundo, en Asia. Siguiente: Un caso extraño ••• Habrá asistencia consular La Secretaría de Relaciones Exteriores ordenó a la embajada de México en Malasia entrar en contacto inmediato con el nuevo abogado de los hermanos González Villarreal, Kitson Foong, “a fin de proveerles de la asistencia consular que proceda”. Luego de que MILENIO diera a conocer el caso de los tres sinaloenses encarcelados en Malasia bajo acusaciones de narcotráfico, la cancillería informó que “se está en la mejor disposición” de ayudar al abogado de los mexicanos en esta etapa del juicio para proveerles de un intérprete. La SRE, que dijo haber visitado al menos cuatro veces a los González Villarreal, insistió en que mantuvo contacto con los primeros abogados de los sinaloenses, quienes en su momento “se mantuvieron optimistas respecto al dictamen judicial que recaería en sus representados” y sostuvo que ofreció asistir con un abogado a los mexicanos. Pero dejó en claro: fue la familia la que optó por contratar a un defensor por su cuenta. Víctor Hugo Michel