"Tales from the Loo" (Cuentos desde el váter) explica cómo algo tan íntimo hoy en día no lo fue así en el pasado y poco a poco, incluso los tailandeses más humildes abandonaron la costumbre de ir a defecar al campo para adoptar la moderna taza con dispositivo para tirar de la cadena.
Los visitantes pueden emular a sus antepasados en la muestra y sentarse encima del agujero de las espartanas letrinas de madera que el rey Chulalongkorn impuso por ley para todo el público a principios del siglo XX.
A su lado y frente a la entrada del museo hay una réplica de las casetas reservadas a los monjes budistas en los templos, en forma de pequeña stupa y cuya rampa con surco separaba los desechos sólidos de los líquidos.
Ese primitivo mecanismo fue adoptado hace más de 700 años en Sri Lanka y luego penetró en Tailandia, donde no cuajó porque el intenso calor tropical derretía las heces y éstas se mezclaban con la orina.
Hasta el siglo pasado, los sistemas sanitarios para deshacerse de los residuos humanos eran coto privado del monacato budista y de la corte.
A la plebe, en cambio, se le prohibió construir letrinas en sus casas porque se consideraba un insulto que ponía en duda la supremacía divina del rey, un concepto tradicional hindú derivado de la India.
Cada vez que el monarca o algún familiar quería hacer sus necesidades, se ponía en marcha un complicado ritual que acarreaba cambiarse de ropa y bendecir las heces, mientras los súbditos tenían que apañárselas en un arrozal o río con un puñado de hojas para limpiarse.
"Podemos aprender mucho analizando la evolución del retrete. A lo largo de nuestra historia, ha sido testigo directo de la diversidad cultural y de la jerarquización de la sociedad tailandesa", señala a Efe el director de la muestra, Taweesak Woraritrueangurai.
Woraritrueangurai explica que el inodoro moderno llegó al país hace unos cien años, cuando el rey Chulalongkorn decidió hacer obligatorio su uso para acabar con el mal olor generalizado en Bangkok.
En aquella época, inmigrantes chinos se encargaban de recoger los cubos de heces para verter su contenido en el río Chao Phraya, al tiempo que la élite adinerada capitalina empezó a importar de Europa las primeras tazas de porcelana para adornar sus lujosos baños.
Pasaron casi 50 años hasta que el entonces recién coronado rey Bhumibol Adulyadej convenció a la población de las virtudes del WC para prevenir la transmisión de enfermedades dentro del hogar.
El visto bueno del venerado monarca trajo consigo un aluvión de pedidos e inventos como un váter portátil de madera para excursiones o uno ligero de cartón con capacidad para aguantar hasta cien kilos de posaderas.
Otro modelo llamativo era el llamado "Confort 100", una especie de orinal con pañales que se colocaba bajo el asiento del conductor en los coches quien podía así aliviarse durante los interminables atascos de Bangkok escuchando 100 FM, la cadena de radio más popular en los años 90.
La exposición prosigue con un surtido del último grito en moda para baño, retretes especiales para discapacitados o de diseño italiano y japonés, con calefacción en el cómodo asiento acolchado, mangueras con sensores y sistemas automáticos para convertir los desechos en fertilizante o combustible ecológico.
Finalmente, un mural rinde homenaje a los distintos soportes para asearse, desde papel higiénico hasta palillos, raíces o un periódico enrollado, el recurso más habitual en los baños de provincias.
"Observar la forma en la que hemos hecho nuestras necesidades a lo largo de la historia nos permite entender mejor ésta", afirma el responsable de la exposición, que se puede visitar hasta el próximo abril en el Museo Siam de Bangkok.
Fuente: Agencia EFE
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¡Menos mal que algunas tradiciones desaparecen con el tiempo!.
Respecto a los retretes portátiles ya se lo había oído a mi mujer, según ella, era frecuente en los años 90 cuando Bangkok tenía los records mundiales de atascones de tráfico, sobre todo en los taxistas y conductores de autobús.
Quizás en este artículo falte comentar la aportación tailandesa a la historia del WC: El retrete tradicional tailandés, la letrina con el pilón de agua, el cacillo y la alcachofa con un trocito de manguera flexible. Quizás a muchos les parezca cutre y tal vez lo sea, pero a mi me parece un buen invento y muy práctico. En una ocasión visitando el templo Jemer de Phimai, tuve un apretón y me dirigí a los servcios, hasta entonces había huido de los tradicionales, pero en esta ocasión no existían otros, así que no tuve más remedio. Lo primero que te planteas es lo difícil que resulta acertar en ese pequeño orificio poniendo los pies en esas huellas de porcelana. pero luego ves que los thais han pensado y para evitar que la gente deje zurraspas han dispuesto esa pequeña alcachofa con manguera a presión, que sirve para limpiar "todo". Un par de cacillos y el agujero queda prefecto para el siguiente uso. Rápido y eficaz. La única pega es que tengas algún problema de movilidad. Desde entonces casi los prefiero a los nuestros, supongo que según vaya pasando el tiempo, el de sentarse acabará por imponerse.