Cuando en Tailandia se habla de Thaksin Shinawatra sólo hay blanco o negro, odio o veneración. Desde que el populista empresario de las telecomunicaciones llegó al poder en 2001, el país de la sonrisa está dividido como nunca antes. Su forma de gobernar provocó protestas multitudinarias, un golpe de Estado, protestas por parte de sus seguidores y mucha violencia. Los ciudadanos decidirán su futuro este domingo pero no hay muchos indicios hacia un camino de reconciliación.
Las últimas encuestas apuntan a la victoria del bando de Thaksin. El Instituto Suan Dusit augura incluso una mayoría absoluta para el partido Pheu Thai, al frente del cual se presenta como candidata la hermana de Thaksin, Yingluck. Ni siquiera el actual primer ministro, Abhisit Vejjajiva, cuenta con vencer al Pheu Thai con su Partido Demócrata. Pero sí confía en poder frenar su llegada al poder aliándose con otras formaciones.
"Mi clon". Así es como Thaksin se refiere a su hermana, en un tono poco halagador. Aún así, la empresaria sonríe durante todos los actos de campaña. Lo suyo no son los contenidos, por eso rechazó un debate con Abhisit. Entre sus propuestas están programas de infraestructuras y contra la pobreza, pero su principal mensaje es otro. "Traeremos de vuelta a Thaksin" con una amnistía, anunción el partido.
"Thaksin piensa, Pheu Thai hace", reza el slogan del partido. Como muy tarde, Thaksin piensa volver a Bangkok a final de año para asistir a la boda de su hija. "Si tuviera que ejercer de primer ministro temporalmente para solucionar los problemas del país, podría hacerlo", dijo al diario "Bangkok Post".
Abhisit consiguió sacar adelante a Tailanda en medio de la crisis económica y el país registró incluso un 7,8 por ciento de crecimiento. Pero esos logros, así como el aumento de los salarios mínimos, no cuentan mucho de cara a las elecciones.
Abhisit también utiliza a Thaksin para hacer campaña, tildándolo de "terrorista" por haber instigado las violentas manifestaciones del año pasado. Durante las protestas de los "camisas rojas", que se alargaron durante varias semanas, 92 personas murieron en los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, a las que el gobierno sacó a la calle con tanques para frenar a los manifestantes.
El paso más inteligente de Thaksin fue buscar votantes entre los más pobres, a los que se ganó con las promesas de seguros médicos y créditos baratos.
Abhisit, por el contrario, está considerado como representante del "establishment", de las familias influyentes que desde hace tiempo dirigen el destino de Tailandia. Ante el aumento de popularidad del líder opositor, esas familias ven esfumarse sus esperanzas y también se indignan ante el indecente enriquecimiento de algunos seguidores de Thaksin.
Fueron esas familias y funcionarios quienes como "camisas amarillas" prepararon con sus manifestaciones el terreno para el golpe de Estado contra Thaksin. Cuando a pesar de todo, el pueblo volvió a escoger a un partido cercano a Thaksin, volvieron a salir a la calle para posibilitar la llegada al poder de Abhisit.
Ahora, según la fundación alemana Friedrich-Ebert-Stiftung, la solución para la reconciliación podría pasar por el siguiente escenario: que el Pheu Thai renunciase al puesto de primer ministro si los "camisas amarillas" aceptan a cambio la amnistía de Thaksin.
En la recta final de la campaña electoral, las dos grandes formaciones celebraron hoy mítines en Bangkok para asegurarse el voto de la capital. El sábado, jornada de reflexión, está prohibida además la venta de alcohol, desde la tarde hasta la medianoche del domingo.
Según los analistas, Bangkok es la batalla crucial para el Partido Demócrata, que sufrirá un duro revés si pierde la capital, como parece que podría ocurrir, según las encuestas.
Fuente: Christiane Oelrich vía El Diario Digital